Clarisa, quien siempre llevaba el cabello enmarañado, un día decidió tomar la luna por peine y cepillarse la cabeza.
Cuando la luna menguante acarició su pelo, no solo sus cabellos se habían desenredado; también sus ideas.
Clarisa, quien siempre llevaba el cabello enmarañado, un día decidió tomar la luna por peine y cepillarse la cabeza.
Cuando la luna menguante acarició su pelo, no solo sus cabellos se habían desenredado; también sus ideas.