Matías tenía el cuerpo dibujado con tatuajes.
Un dandy en el brazo derecho, una dama en el brazo izquierdo, un ancla en el antebrazo, un corazón en el tórax, un búho aparecería en algún espacio de su piel. Unos dados con el número de la suerte, un naipe, un trébol, números romanos, una flor, un ave.
La tinta tapizaba su cuerpo.
Dibujos infinitos le brotaban de los poros.
Cierto -o incierto- día, Matías cruzó los brazos y la dama y el dandy tuvieron un encuentro, un amor a primera vista.
Él y ella se enamoraron.
Matías diose cuenta, y desde entonces, anda siempre con los brazos cruzados.
La dama y el dandy se toman de la mano, y los dibujos de alrededor se vuelven una fiesta en el cuerpo de aquel hombre ilustrado.