Llegó la hora de la verdad para los 133 cardenales llamados a elegir un nuevo Romano Pontífice. En el primer día del Cónclave, este miércoles en punto de las 21:00 horas de Roma, se alzó la primera fumata de las varias que emergerán de la Capilla Sixtina. Fue negra, como se esperaba, pero abrió el juego de los votos para los electores.
La dinámica del Cónclave es así. La primera votación sirve para que todos sepan “por dónde van los tiros”, es decir, cuáles son los cardenales que concentran las mayores preferencias. Como es obvio, ninguno de ellos alcanzó la cifra de 89 votos necesarios para convertirse en Papa. Pero, ahora, las cartas están descubiertas.
El propio Jorge Mario Bergoglio reveló, en diversas entrevistas durante su pontificado, el primer escrutinio de un Cónclave da como resultado votaciones muy fragmentarias, con sufragios para un número alto de cardenales.
Este fenómeno es producido por el llamado “voto depósito”, la decisión de varios electores de votar por purpurados sin la menor chance de ser elegidos. ¿Por qué lo hacen? Por la incertidumbre, y para ver quiénes generan consenso, antes de decidirse a votarles.
Francisco sabía bien de qué hablaba, participó en dos Cónclaves y en ambos obtuvo votos. En 2005, cuando fue elegido Benedicto XVI, el entonces arzobispo de Buenos Aires llegó a recibir hasta 40, según se filtró.
En aquella ocasión, se encargó de pedir a sus compañeros que ya no lo votasen. Lo hizo porque aún no se sentía listo y no quería bloquear la llegada de Joseph Ratzinger al solio pontificio, como reveló su antiguo vocero, Guillermo Marcó, a la TV argentina.
Ocho años después, Bergoglio se encontró en una situación similar. En el segundo día de Cónclave, durante la tercera votación del 13 de marzo de 2013, había alcanzado algunas decenas de sufragios. Otros candidatos generaban fuertes consensos: Angelo Scola, arzobispo de Milán, y Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, en la Santa Sede.
Tan pareja estuvo la contienda, que el arzobispo argentino pensó que los suyos eran votos depósito. Pero durante la comida de ese día, la cosa cambió. Por la tarde Francisco superó, con creces, los 75 votos necesarios y se convirtió en el Papa. Fueron necesarias 5 rondas de votación, mientras la elección de Benedicto llegó luego de tres.
Esta vez, el Cónclave inicia sin un candidato indiscutido, pero sí con un claro identikit del perfil de futuro Papa. Alguien que “sepa despertar las conciencias de todos y las fuerzas morales y espirituales en la sociedad actual”, como indicó el decano del Colegio Cardenalicio, Giovanni Battista Re, durante la misa Pro eligendo pontifice en la Basílica de San Pedro.
Según el cardenal Jean-Paul Vesco, la elección en la Sixtina comenzó con “cinco o seis” papables. Este jueves 8, las votaciones servirán para filtrar. Así se podrá forjar un consenso en los siguientes escrutinios. No sería extraño que la fumata bianca aparezca la tarde de este mismo día o el viernes 9.
Para la prensa italiana, el gran favorito es el secretario de Estado durante el pontificado de Francisco, el cardenal Pietro Parolin a quien pasaron de asignarle, primero, un “paquete” de 40 votos, luego de 45 y, finalmente, 65. Como si la elección ya se hubiese cocinado.
Pero no se puede descartar la aparición de otro fenómeno de Cónclave: el bloqueo entre cardenales, que se da cuando un grupo vota sistemáticamente a un candidato para impedir que otro alcance la mayoría. Esto obliga la negociación de un candidato de unidad, como ocurrió con Karol Wojtyla en 1978.
De ser así, el Cónclave de este 2025 podría extenderse más allá de los 3 días, pero muchos cardenales prefieren encontrar consensos pronto, para no dar la impresión al mundo de que la Iglesia católica se encuentra dividida. Todo es cuestión de horas.