Llámame hija de tu tierra (carta de esperanza a México)
19/07/2021
Autor: Sharon Guzmán Marín

¿Cómo estás? Me alegra poder escribirte al fin. Siempre te veo en las pantallas de mi casa, pues siempre te sucede algo nuevo, y también en la ventana de mi recámara al despertar con tu bella sonrisa que a cualquiera dejaría ciego de sólo mirarla.

Te escribo porque hace mucho que no hablamos, nos hemos distanciado y quería estar al día. ¿Recuerdas que hace algunos años me contabas sobre tus primeras batallas, tus primeros rituales y sobre tus primeras creaciones? Era algo emocionante y lo recuerdo con mucho afecto.

Te conozco de toda mi vida, desde que era una bebé y todos dicen que siempre me has tratado bien, así como lo fuiste con mis padres y mis abuelos, pero me pregunto: ¿Tú qué dices de mí, sobre nosotros? Después de todo... ¿sentirás odio? ¿sentirás rencor? ¿sentirás compasión o amor?

Sigo sosteniendo la idea de que no nos necesitas para ser tú, tan brillante y hermoso, siempre lleno de vida e incontables maravillas; sin embargo, nosotros sí necesitamos de ti, y siempre será así, aunque nos vayamos lejos, aunque no te cantemos o aunque no te saludemos, siempre necesitaremos de ti y necesitaremos respirar el aire fresco que exhalas de tus pulmones día y noche.

Te extraño, ¿lo sabías? Extraño recorrer tus relieves, sentarme junto a ti a admirar esos increíbles atardeceres, extraño cantarte, extraño bailar para ti, extraño conocerte, conocer tus diferentes platillos, tus diferentes formas de vestir, tus colores, extraño tus cambios de humor, esos en los que de día hacía frío y de noche hacía calor. Y es que, aunque conozco tus historias, tus cicatrices, tus guerras, tus mejores canciones y tus mejores paisajes, eres tan único y asombroso que me pregunto si alguna vez terminaré de conocerte y si dejaré de asombrarme con cada pequeño gran detalle que te hace ser tan tú.

Últimamente me he puesto a pensar sobre mis cosas favoritas de ti, y aunque tienes muchísimas virtudes, las que más destaco son tu valentía, tu solidaridad, tu fuerza y tu

belleza, es decir, ¿qué clase de loco se enfrenta tantas veces a extraños por sus ideales? Para eso se necesita coraje y valentía, y eso lo tienes tú. Asimismo, estás lleno de amor, fuerza y solidaridad, pues cuando has sido violentado te has sabido defender, y al mismo tiempo, nos has enseñado a tener compasión por el prójimo. Y por si fuera poco, tienes una belleza inigualable, con tanto que ofrecer, con tanta diversidad, con tanta historia, con tanto futuro...

Ahora que no se me es permitido verte, he reflexionado sobre mis errores y los de mis hermanos, sobre lo que te hemos hecho y me he dado cuenta que te hemos fallado, que te hemos hecho daño y que hemos manchado tu nombre y sólo quiero que sepas que me siento muy arrepentida, después de todo, ¿qué hemos hecho para merecerte?

Estoy dispuesta a reparar nuestros errores, estoy dispuesta a cambiar las cosas para que tengas una larga vida llena de abundancia y alegría, y que estoy consciente de lo crueles e ignorantes que hemos sido contigo, que te hemos descuidado y que te hemos faltado al respeto en más de un sentido y me avergüenzo por ello. Es por eso que está en mis manos (y en la de todos aquellos que así lo deseen) la responsabilidad de devolverte la luz y la paz, de volver a llenar de vida y color tus mares, tus selvas, tus bosques, tus ríos, tus desiertos, tus manglares, tus océanos, tus montañas y tus playas, porque México, tú te mereces eso y más.

Te prometo que en lo que me reste de vida, me dedicaré a curar tus heridas, me dedicaré a cuidarte, me dedicaré a investigar y me dedicaré a difundir la verdad. Pondré tu nombre en alto, me encargaré de que tu pueblo sepa de ti, que conozca nuestros orígenes y que conozca nuestras posibilidades; porque México, es hora de que brilles, que vueles alto y que seas liberado. Por ello, exhorto a todos aquellos que son capaces de leer o escuchar mi carta, a que a través de la honestidad, del conocimiento y la empatía, nos unamos para enaltecer la nación que nos da vida e identidad, por medio de la educación intelectual, artística, económica, sexual, ecológica, social y cultural que nuestro pueblo necesita para vencer las grandes murallas de ignorancia, egoísmo, odio, pobreza, corrupción y avaricia que hemos construido sin darnos cuenta y que han rodeado nuestro territorio por años y que sin duda son responsables de muchas de las desgracias del país.

Como tu hija, me siento orgullosa de mi piel, de mi cultura, de mi tierra y de mi idioma, y te agradezco todo lo que me has dejado vivir, todo lo que me has compartido y todo lo que me

has mostrado; pues créeme, cuando te digo que es fácil quererte y es fácil maravillarme, es fácil no dejar de mirarte, pero sobre todas las cosas es fácil amarte.