A lo largo del tiempo, la cultura organizacional ha sido definida por diversos autores. Algunos la consideran parte esencial de la identidad corporativa, mientras que otros la entienden como un elemento que, junto con dicha identidad, forma parte de la imagen de la empresa. En términos generales, puede afirmarse que la cultura organizacional refleja tanto el estilo propio de la organización como su forma de actuar.
Cuando afirmamos que la cultura organizacional es "el ADN de las organizaciones", nos referimos a ese conjunto de significados compartidos por quienes las integran y que las distingue de otras. Es lo que las personas ven, escuchan y perciben de la organización; es decir, su esencia. Esta cultura se convierte en el motor que impulsa conductas, creencias y valores compartidos, moldeando la experiencia interna y la proyección externa.
Para que la cultura organizacional sea una guía sólida en la actuación de los colaboradores, debe sustentarse en estrategias y acciones concretas que promuevan y refuercen los valores, creencias y normas existentes. Solo así se convierte en una forma de percibir e interiorizar tanto por quienes forman parte de la organización como por aquellos que interactúan con ella desde fuera. En este sentido, la cultura no es espontánea; es el resultado de una construcción interna intencionada y sostenida.
Elementos como las normas, los valores, las creencias y las suposiciones compartidas conforman la base de la cultura organizacional. Son estos los que fomentan y fortalecen el sentido de pertenencia e identidad, lo cual se refleja en la manera en que se alcanzan los objetivos institucionales. Así, la cultura organizacional guía las acciones de los colaboradores, tanto hacia el interior como hacia el exterior, y se convierte en aquello que distingue a cada institución, permitiéndole ser verdaderamente única.
Al ser el "ADN de las organizaciones", la cultura organizacional es un componente esencial, inherente y determinante. Define cómo una organización piensa, actúa y se relaciona, tanto consigo misma como con su entorno. Es un factor invisible pero presente, que moldea la identidad institucional e influye desde la toma de decisiones hasta el clima laboral y el logro de objetivos estratégicos.
No se trata solo de lo que una organización dice que es, sino de lo que realmente vive y transmite en su día a día. La cultura se manifiesta en los estilos de liderazgo, la comunicación interna, las dinámicas de trabajo, la resolución de conflictos y, sobre todo, en la vivencia auténtica de sus valores fundamentales.