Trabajando en pausa: la inmadurez y sus obstáculos en la comunicación laboral
20/10/2025
Autor: Dra. Eva María Pérez Castrejón
Cargo: Directora de Promoción UPAEP

A lo largo de mi trayectoria profesional, he tenido la oportunidad de liderar distintos equipos de trabajo, conformados tanto por personas con amplia experiencia —ya sea por edad o tiempo en el ámbito laboral— como por jóvenes que inician su camino. Con el tiempo, he llegado a una conclusión: la madurez laboral no depende de la edad, sino del desarrollo personal, el cual se forma a través de la educación, la experiencia y la reflexión.

En ocasiones, esta inmadurez se manifiesta en actitudes que responden al principio de “entre más te dan, más quieres”, evidenciando una falta de valoración por lo que se tiene. Por ello, considero que no debemos retener laboralmente a quienes ya han recibido todas las herramientas necesarias para desempeñar su función. Es sano permitir que exploren otros contextos, ya que esto puede ayudarles a tomar decisiones más conscientes, ya sea valorando lo que dejaron atrás o reafirmando su deseo de avanzar hacia nuevos rumbos.

Hoy en día, el fenómeno de la inmadurez laboral es más visible que nunca, y sus efectos pueden ser perjudiciales para las organizaciones: disminuye la productividad y retrasa el cumplimiento de los objetivos. Esta inmadurez se expresa en la falta de responsabilidad, la resistencia a recibir críticas, la dificultad para trabajar en equipo y la incapacidad de comunicarse de manera efectiva. También se traduce en una actitud evasiva, interpretaciones erróneas, rechazo a la retroalimentación y poca disposición para expresar ideas o inquietudes de manera clara y respetuosa.

Estas conductas, en conjunto, generan malentendidos, conflictos y una baja colaboración entre los equipos, derivando en crisis menores o mayores que terminan agotando a los líderes. Aquí es donde la comunicación efectiva se vuelve una herramienta crucial para gestionar y resolver estas crisis. Un mensaje claro, oportuno y preciso puede mediar, conciliar y fomentar diálogos abiertos y constructivos. Aunque no siempre tendrá resultados inmediatos, en la mayoría de los casos sí logra abrir caminos hacia una mejor convivencia laboral.

La comunicación efectiva puede contrarrestar, al menos parcialmente, los efectos de la inmadurez originada por la falta de autoconocimiento y de habilidades para gestionar las emociones. Esta carencia suele generar reacciones impulsivas o defensivas frente al estrés o al desacuerdo, afectando no solo el desarrollo individual, sino también la dinámica del grupo.

Por tanto, debemos fomentar constantemente la madurez como base del crecimiento personal y profesional. Las organizaciones no son responsables de los vacíos emocionales o formativos que las personas arrastran a lo largo de los años, pero sí pueden y deben crear espacios donde se promueva la responsabilidad, el aprendizaje y el respeto como pilares del desarrollo humano y colectivo.