Reflexiones Sobre la Lumen Fidei: Abrahán, Nuestro Padre en la Fe
28/10/2025
Autor: Mtro. Carlos Ramos Rosete
Cargo: Profesor de Formación Humanista

En la carta encíclica Lumen Fidei del sumo pontífice Francisco hacia dentro del capítulo primero existe un apartado que se titula: Abrahán, nuestro padre en la fe.

Reflexionando sobre Abrahán como padre de la fe en el Dios verdadero se puede advertir que la fe, antes de entenderla como consentimiento de la voluntad inspirada por la gracia de Dios que mueve al intelecto para aceptar un conjunto de dogmas que contienen una verdad religiosa, es la respuesta de vida de un ser humano al Dios personal quien le ha dirigido su Palabra.

El acto religioso de Abrahán como padre en la fe implica en un primer momento a Dios quien llama a un ser humano por su nombre. Dios toma la iniciativa de dirigir su Palabra a una persona en particular (no a la humanidad en general) a modo de interpelación. El verbo interpelar es muy significativo porque es un llamado de Dios a un ser humano que invita a una respuesta por parte de ese ser humano quien tiene un nombre en particular. La fe de Abrahán es la dinámica personal de un Dios que llama y un ser humano en particular que responde. Sin la respuesta no existe fe religiosa.

La respuesta al llamado de Dios puede ser de sí o de no. Aquí se presenta una disyuntiva exclusiva: o se tiene fe o no se tiene fe. La indiferencia por parte del ser humano a aquel llamado, es ubicado como un no en términos prácticos. ¿Por qué la respuesta en la fe religiosa implica necesariamente un sí o un no? ¿Lo anterior no suena como muy extremo o muy radical? La fe religiosa de la cual se está hablando es relación con alguien Absoluto quien llama por su Palabra a un ser humano que responde con su vida a ese llamado.

El Dios de Abrahán, Isaac y Jacob tiene como nombre YHWH, es decir, Yo soy el que soy (Éxodo 3:14). Este Dios no es relativo a nada. Es absoluto sin estar condicionado por cosa alguna. No es el dios de algo o de alguien, más bien, es el Dios único quien es el mismo. De ahí que su Palabra implique un llamado absoluto que implica una respuesta total por parte del ser humano en un sí o en un no.

La respuesta por parte de un ser humano al llamado absoluto de Dios es una respuesta que abarca la totalidad de la vida de ese ser humano en particular a como le sucedió a Abrahán. En esta sintonía se encuentra el Shemá enunciado en Deuteronomio 6: 4-9, 11:13-21, en donde se exhorta a amar a Dios con todo el corazón, con todas las fuerzas. La fe como respuesta a Dios involucra a toda la vida de un ser humano en particular.

El ser humano de fe reorienta toda su vida hacia Dios quien hace una alianza a modo de promesa. El Dios de la fe de Abrahán hace promesas que tienen que ver con el sentido de vida pleno de esa vida humana que ha respondido al llamado de la Palabra. En este aspecto, la promesa de la Palabra de Dios implica en el ser de humano de fe religiosa una esperanza. La vida de fe religiosa se acompaña necesariamente de esperanza en la promesa(s) de Dios en una perspectiva de futuro que da sentido pleno a la vida humana. La desesperación en el ser humano o la falta de esperanza es algo que va en contra de su fe religiosa pues evidencia que no se confía en la Palabra de Dios.

La fe de Abrahán es un sostenerse en la fidelidad hacia la Palabra de Dios, lo cual implica una vida con algunas exigencias de carácter ético. La fe religiosa no es en primera instancia una buena conducta ética ante Dios. La fe religiosa es un amar a Dios con la fidelidad a sus promesas y como consecuencia de lo anterior un comportamiento ético adecuado. Una persona sin fe puede tener un buen comportamiento ético, pero dicho comportamiento no es el resultado de la fe a diferencia del comportamiento ético de una persona de fe religiosa.

Anteriormente se hacía mención que la fe religiosa implica una respuesta total de sí o no, más que tener fe o no tener fe, es más bien vivir con fe o vivir sin fe. Vivir con fe religiosa no significa necesariamente el que una determinada persona sea perfecta en la fidelidad a Dios con una conducta ética perfecta a modo de consecuencia. La fe religiosa de una persona es imperfecta y perfectible. Vivir con fe implica esfuerzo y caída. De lo anterior se sigue que en la fe religiosa estén presentes de modo necesario la humildad y el perdón.

Vivir en la fe religiosa es también vivir en la esperanza confiando en las promesas de Dios, es vivir en la humildad reconociendo que existen imperfecciones en la fidelidad hacia Dios y en la conducta ética que debe de seguirse como consecuencia de esa fidelidad. Es también vivir en la dinámica del perdón y la humildad a modo de perfeccionar aquella respuesta que se ha dado a la Palabra de Dios quien es el que llama.