Entre el trabajo y la excusa
29/10/2025
Autor: Dra. Eva María Pérez Castrejón
Cargo: Directora de Promoción UPAEP

Si no tengo temas que atender en otros espacios fuera de la oficina, generalmente no recorro las instalaciones del lugar donde colaboro. Sin embargo, cuando lo hago, a menudo me encuentro con compañeros o compañeras que suelen quejarse de estar rebasados de trabajo, con expresiones como: “estoy saturado”, “tengo demasiado trabajo”, “no he dormido bien” o “estoy muy ocupado”, entre otras.

No obstante, y sin ánimo de generalizar, en esos mismos momentos los veo con comida en la mano, conversando con otros colegas no precisamente sobre temas laborales, presentes en eventos que no les corresponden o atrapados en redes sociales y llamadas telefónicas personales. Entonces me pregunto, con cierta sorpresa: ¿realmente la organización les exige tanto trabajo o, más bien, se trata de excusas para justificar lo que no hacen?

Las expresiones mencionadas reflejan, en muchos casos, una paradoja: quienes las dicen validan la idea de que “trabajan tanto que no trabajan”. Han convertido la queja en una especie de “arte de quejarse por deporte”, se saben “ocupadísimos, pero sin hacer nada”, y transforman su discurso en una “crónica del cansancio productivo”.

En muchas organizaciones, bajo la noble intención de fomentar la colaboración, se han instaurado culturas que glorifican el estar ocupados, pero desconocen el verdadero sentido de la eficacia y la eficiencia. Se confunde actividad con efectividad, y tener “mucho trabajo” se ha vuelto una justificación para la falta de productividad o el incumplimiento de objetivos y metas.

La cultura de la queja laboral se ha vuelto tan común que incluso parece una competencia para demostrar quién hace más o quién está más cansado. Pero, ¿realmente hay tanto trabajo o simplemente no sabemos priorizar y organizar nuestro tiempo?

Es cierto que existen reuniones eternas y poco productivas, además de correos con mensajes extensos que podrían resolverse con pocas palabras. Las organizaciones requieren resultados, no horas interminables frente a un escritorio. Tampoco se trata de caer en el extremo opuesto, donde la obsesión por “rendir todo el tiempo” conduce al burnout y a la hipocresía de fingir productividad constante. Los límites son necesarios, pero no deben ser excusas.

No siempre es el trabajo lo que nos agota, sino la forma en que lo abordamos. Dejemos de usar excusas para justificar la falta de resultados y aprendamos a distinguir entre estar ocupados y ser realmente productivos.