Ingenieros ingeniosos
18/11/2025
Autor: Dr. Jorge Medina Delgadillo
Cargo: Vicerrector de Investigación

Las etimologías no desvelan la esencia en su totalidad, pero siempre ayudan y aproximan sentidos, esclarecen raíces y muestran posibilidades. Hoy quiero hablar del término “ingeniería”.

Ingenium”, en latín, significa habilidad, destreza, ingenio, creatividad e inventiva. El verbo del que deriva es “gigno” que equivale a engendrar, crear, dar a luz. En efecto, una idea creativa lo mismo que una solución ingeniosa son como un parto y a las personas que se caracterizan por su capacidad inventiva las llamamos ingeniosas.

En griego, el significado hunde sus raíces en otros suelos. El término τέχνη (pronunciado “téjne”) se usa para referirse a los oficios y las artes y, por extensión, a las destrezas, habilidades o técnicas que se requieren para tales oficios. Una palabra de la misma familia semántica es τέκτων y se usaba para referirnos a la persona que realizaba el oficio, algo así como técnico o artesano (en inglés un maker o craftsman); en la antigüedad, el artesano por antonomasia era el carpintero. Un dato curioso: todos sabemos que san José era carpintero (Mt 13,55), pero la palabra que usa la Biblia es τέκτων. También se afirma que Jesús lo era (Mc 6,3). Recordemos que en aquel entonces con madera no sólo se hacían muebles, también herramientas, tornillos, palancas, máquinas, batanes, engranes. De ahí que el τέκτων fuera el fabricante de herramientas y el maestro en artes mecánicas. No podemos saber a ciencia cierta qué hacían José y Jesús en su taller mecánico, lo que sí podemos afirmar es que ambos eran ingeniosos, técnicos, creativos, “ingenieros”.

Se comprende que los oficios mecánicos hayan evolucionado con el tiempo. Fueron auxiliándose de instrumentos cada vez más sofisticados. La fabricación pedía cada vez mayor exactitud, los problemas exigían precisión. Las matemáticas siempre fueron el auxiliar de la técnica, justamente por prestar un servicio de medición exacta de la distancia y el tiempo. Todo técnico profesional necesita la competencia fundamental de medir bien la cantidad continua y la cantidad discreta.

Pero el ingeniero, per se, no es un matemático. Echa mano de las matemáticas, ciertamente, pero su finalidad es crear, hacer, innovar, producir, solucionar, aplicar. El ingeniero es eminentemente práctico. ¿Y en qué ámbitos de la vida puede aplicar esas destrezas técnicas y esa habilidad ingeniosa? No se puede dar una respuesta simple a eso. Hay ingeniería industrial lo mismo que ambiental, automotriz o civil, electromecánica o biomédica, en sistemas sociales o informática, química o en telecomunicaciones, metalúrgica o de mecánica de suelos, aeroespacial o marina, el etcétera es enorme.

Pero si comprendemos un poco más el carácter aplicativo e innovador de toda ingeniería entenderemos que son saberes “puente” entre unas ciencias base (especulativas, teóricas, epistémicamente fundamentales) y unos problemas epocales y coyunturales que urgen a la acción, solución e innovación. Tres ejemplos: en Emiratos Árabes, en algunos parques y centros comerciales uno encuentra generadores atmosféricos de agua (AWG) que extraen humedad del aire y la condensan para despachar agua potable; los ingeniosos sistemas de cerraduras con pasadores, cilindros y mecanismos giratorios de la china imperial para guardar documentos en cajas “imposibles” de abrir; la creación de la calculadora de engranes que hizo Blas Pascal en 1642 para facilitar el cálculo y cobro de impuestos. ¿Qué tienen en común los tres casos? En todos ellos vemos el mismo patrón: conocimiento técnico base + creatividad + respuesta concreta a un problema. Las grandes obras de ingeniería, lo mismo que los pequeños inventos que tanto nos sorprenden surgen de personas atentas a los problemas de su entorno. Un ingeniero posee una suerte de radar amplificado para la comprensión de problemas y una curiosidad incansable por resolverlos; sólo así es un buen “puente”.

Entonces, ya hemos encontrado tres ingredientes fundamentales de la ingeniería: a) el conocimiento de saberes base: geología, física, matemática…; b) la chispa creativa, ese ingenio que da en el clavo en la aplicación de saberes y la generación de soluciones; c) la detección de problemas: ese olfato agudo que se necesita para localizarlos y detectarlos, para vivirlos, comprenderlos y capturarlos. La ingeniería es como un banquito de tres patas, si carece de alguna de ellas, cae. Sin ciencia base no hay herramientas, sin ingenio no hay innovación, sin detección de problemas no hay propósito

¿Qué problemas tenemos hoy? Cientos, miles… baches en las calles, problemas de inseguridad, contaminación de ríos, saturación de automóviles en las vialidades, insuficiencia de producción de cereales para asegurar la soberanía alimentaria, escasez de agua, altos costos de las telecomunicaciones, poca infraestructura verde, sistemas democráticos electorales costosísimos, ciberdelincuencia, inteligencia artificial mal regulada. Los problemas están aquí, a la vista. Todos los padecemos, la mayoría nos quejamos de ellos, pero pocos, muy pocos, tienen esa triple competencia que caracteriza a los ingenieros: detección y comprensión cabal de los problemas, conocimientos científicos sólidos y esa chispa creativa o ingenio necesario para dar una respuesta que a nadie se le había ocurrido.

Cada época, cultura y civilización tiene problemas. Nosotros tenemos los nuestros. Se necesitan, como siempre, tektones modernos con agudo ingenium, aplicadores diestros de las ciencias, olfateadores de problemas de todo tipo, generadores de soluciones disruptivas. El mundo los necesita y nunca como hoy han hecho tanta falta. Los problemas siempre han estado y estarán; lo que necesitamos son los ojos capaces de verlos y las manos capaces de resolverlos.

Mañana la Iglesia celebra a san Alberto Magno, ese gran científico que dominó casi todos los saberes: fue minerólogo y alquimista (a él le debemos el descubrimiento del arsénico), pero también sabía de herbolaria, astronomía, filosofía, biología, medicina, teología…, fue un polímata excepcional. Y san Alberto es patrono del decanato de Ingenierías de nuestra Universidad. ¡Vivan los ingenieros!