A lo largo de los siglos, los seres humanos hemos encontrado la forma de aplicar los conocimientos y principios científicos para promover el progreso de la civilización y mejorar nuestra calidad de vida. Sin embargo, también han aparecido efectos adversos en paralelo con el desarrollo tecnológico; así, el mayor reto ambiental que como sociedad enfrentamos hoy en día es el cambio climático y sus efectos adversos sobre diversos aspectos de nuestra cotidianidad. Es responsabilidad de todos hallar modelos de desarrollo sostenible que nos permitan mantener y mejorar la calidad de vida mediante soluciones más limpias, seguras y amigables con nuestra casa común.
El compromiso es más evidente para quienes nos dedicamos a la ingeniería química; tal como lo enmarca el Instituto de Ingenieros Químicos (una de las asociaciones gremiales más grandes y prestigiosas en nuestra disciplina) en su reporte Engineering a Sustainable World, The Challenge of Chemical Engineering1 (publicado en mayo del presente año). En dicho documento se manifiesta la necesidad de que los profesionales de nuestra disciplina nos involucremos de manera decisiva en generar estrategias que permitan transformar los procesos químicos industriales en alternativas más sostenibles de producción de bienes y servicios.
En este contexto, trataré de plantear en las siguientes líneas una de las perspectivas más completas y prometedoras para lograr el cometido anterior. Me refiero a la química verde, un área disciplinar basada en doce principios que persiguen lograr una producción sostenible de productos químicos a lo largo de todo su ciclo de vida. Además, esto puede extrapolarse a otras ramas industriales bajo una premisa básica: no hay procesos completamente verdes.
Las bases fundamentales de la química verde son la economía atómica y la mejora de la eficiencia energética de los procesos. El primero de estos términos se resume de forma simple en asegurar que el 100% de la materia que ingresa a un proceso industrial se transforme en el producto que se desea, por lo tanto, se reduce la generación de subproductos y desechos. Por ende, es fundamental el trabajo de los ingenieros químicos para desarrollar estrategias y tecnologías que mejoren el rendimiento de las reacciones químicas y operaciones involucradas en la manufactura de los productos industriales. También debe destacarse que la aplicación de la química verde podrá resultar en la reducción de emisiones contaminantes (como los gases de efecto invernadero, responsables del cambio climático).
En cuanto a la eficiencia energética, la premisa consiste sencillamente en reducir la cantidad de energía (en sus distintas formas) utilizada para producir un producto determinado. Nuevamente, en este rubro es fundamental la intervención de la ingeniería química encaminada a generar procesos industriales menos intensivos en energía y la innovación en tecnologías energéticas más limpias.
Una tercera premisa fundamental de la química verde es la reducción del uso de sustancias tóxicas y la minimización de los riesgos en los procesos industriales. No se trata de una cuestión menor cuando se habla del impacto ambiental de la industria química, basta solo con pensar en accidentes industriales tan significativos como el de Flixborough (1974), Bhopal (1984), los numerosos derrames petroleros o el descarrilamiento de un tren en Ohio en febrero pasado. En conclusión, el reto futuro de la ingeniería química es lograr integrar los principios de la química verde en el diseño, operación y mejora de los procesos industriales, en aras de alcanzar la ansiada sostenibilidad.
Referencias:
- IChemE. (2024). Engineering a Sustainable World. The Challenge of Chemical Engineering.