UPAEP comprometida con la formación de generaciones de cambio
14/06/2024
Autor: Ambar Ulani Hernández Sánchez // Adriana Sofía Blancas Caballero
Programa Académico: licenciatura en Administración de Empresas // licenciatura en Humanidades y Gestión Cultural

En UPAEP, el Diplomado de Liderazgo Transformador (DLT) se ha consolidado como una pieza fundamental para la formación de líderes que marcan la diferencia. Este programa es vital para asegurar que continuemos siendo generaciones de cambio, capaces de enfrentar los retos del mundo moderno con integridad y visión. A lo largo de este diplomado, hemos aprendido a trabajar en equipo, a ser líderes efectivos y a comprender la importancia de nuestras propias emociones. Se nos ha enseñado que para guiar a un equipo con éxito, primero debemos conocernos a nosotros mismos. Este autoconocimiento es la base sobre la cual se construye una autoestima sólida y una inteligencia emocional robusta, ambos componentes cruciales para el liderazgo.

Al mismo tiempo, el programa nos ha permitido explorar la afectividad y la empatía, elementos esenciales para crear conexiones genuinas con los demás; durante el desarrollo de este programa, hemos reflexionado sobre el sentido de la vida y entendiendo que un líder transformador, no solo dirige, sino que también inspira y motiva a su equipo a alcanzar su máximo potencial. 

En la Universidad, el Diplomado de Liderazgo Transformador no es solo una serie de clases, es una experiencia enriquecedora que nos prepara para ser líderes conscientes, empáticos y efectivos, comprometidos con el cambio positivo en nuestra comunidad y el mundo.

Para vivir los valores que el DLT busca potenciar, realizamos un viaje a Jalcomulco, Veracruz, donde 40 estudiantes y 3 colaboradores tuvimos la oportunidad de desarrollar habilidades a través de actividades lúdicas como pantanos africanos, rápidos, el camino del hilo de la vida y la moneda; experiencias fundamentales para el enriquecimiento de nuestro liderazgo. 

 

Puentes tibetanos 

Los puentes tibetanos fueron el primer reto al que nos enfrentamos. Esta actividad consistió en cruzar un circuito a varios metros de altura y aunque al principio, no parecía estar tan alejado del suelo, lo cierto es que al mirar hacia abajo o el camino que ya habíamos recorrido, la presencia del miedo no se hacia esperar; cada uno a su ritmo, le hizo frente a la incertidumbre de no poder llegar al final; mientras que varios de nuestros compañeros avanzaban rápido, de manera ágil y rápida, otros nos paramos en seco. Y fue así, lo que parecía un juego más, se convirtió en una porra para animar a los que lo necesitaban. La lección fue contundente: la solidaridad y cariño de amigos líderes, es más importante de lo que parece. 

“Me di cuenta de que soy valiente porque hago las cosas a pesar del miedo, y que esto sucede en parte porque hay personas que me acompañan en el proceso, pues no estoy sola ni soy la única con los mismos miedos o barreras”. 

Rápidos 

Los rápidos han sido por excelencia, el mayor atractivo de este viaje; primero, fuimos capacitados para aprender cómo debíamos sentarnos, remar y qué hacer en caso de que hubiera alguna emergencia; después, fuimos llevados hasta el río donde haríamos rafting. La oportunidad de observar un entorno diferente al poblano, fue increíble; los árboles llenos de mango, las personas, el calor y las risas, hicieron magnífico este trayecto. 

Una vez en la lancha, nos dimos cuenta de que gran parte de esta experiencia fue aprender a despojarse de la comodidad y seguridad que ofrece tierra firme para depender solo de un guía y de la comunicación con tu equipo. La oportunidad de apreciar la naturaleza tan de cerca y de conectar como equipo de trabajo, fue una de las experiencias más enriquecedoras. Rumbo a la mitad del camino, había una roca alta de la cual podíamos saltar, aquellos que subieron y experimentaron este salto de fe lo describieron como “una experiencia de libertad y liberación en cierta forma”.

Al final del día, además de sentir los brazos cansados y traer prendas mojadas por más de cuatro horas, entendimos que el liderazgo rara vez se trata de uno mismo, más bien, emana del trabajo en equipo para establecer una relación entre las necesidades externas y contigo mismo.

El camino del hilo de la vida 

La actividad comenzó en un espacio natural, rodeado de árboles, donde cada uno de nosotros fue vendado en los ojos. Con la vista bloqueada, nos concentramos en los demás sentidos y en la introspección, cada participante comenzó a caminar sosteniendo un hilo de vida rojo que estaba estratégicamente amarrado entre los árboles, formando así diferentes caminos; este hilo representaba la guía y el apoyo que a veces no podemos ver, pero que siempre está presente si sabemos cómo buscarlo y confiar en él. Caminamos lentamente, sintiendo el hilo entre nuestros dedos, dependiendo completamente de nuestro sentido del tacto y de la confianza en el hilo para guiarnos a través del recorrido, el camino no era recto ni fácil, había vueltas, obstáculos y bifurcaciones. Este laberinto simboliza los desafíos y decisiones que enfrentamos en la vida y en el liderazgo; durante el trayecto, tuvimos momentos de duda e incertidumbre, pero el hilo de vida nos recordaba que, aunque no siempre veamos el camino claro, hay soporte y dirección disponibles. Finalmente, llegamos a un círculo donde una fogata ardía en el centro, nos quitamos las vendas y nos sentamos alrededor del fuego, la luz de la fogata representando la claridad y la revelación que llega después de enfrentar la oscuridad y la incertidumbre. 

Este momento nos permitió reflexionar sobre nuestro viaje y sobre lo que habíamos aprendido durante el recorrido. Nos enseñó que el liderazgo efectivo requiere confiar en el proceso, incluso cuando el camino no está claro. Aprendimos que, aunque enfrentemos desafíos y momentos de incertidumbre, siempre hay apoyo y guía disponibles, ya sea en nuestros compañeros, en nuestra comunidad o en nuestra propia intuición. Esta experiencia fue significativa porque nos mostró que, para ser líderes de cambio, debemos estar dispuestos a enfrentar lo desconocido, confiar en nuestras capacidades y en el apoyo de nuestra comunidad; nos enseñó a valorar el entorno que nos rodea y a comprender que cada desafío es una oportunidad para crecer y aprender.

 

Vela y moneda de chocolate

La actividad se desarrolló en un ambiente de calma y reflexión, cada uno de nosotros sostenía una vela apagada, que representaba nuestra luz interior aún por revelar al grupo. Uno por uno, cada participante se acercaba al centro del círculo con su vela; al llegar al centro, encendemos nuestra vela con una llama disponible, simbolizando la revelación de nuestra luz y nuestra verdad personal; luego, compartimos con el grupo nuestro mayor miedo y nuestra mayor felicidad. Este acto de vulnerabilidad, en un espacio seguro y respetuoso, permitía que todos nos abriéramos y compartiéramos aspectos íntimos de nuestras vidas que rara vez discutimos abiertamente; mientras uno hablaba, los demás permanecían en completo silencio escuchando atentamente y brindando su apoyo incondicional a través de su presencia y atención. El acto de compartir nuestros miedos y felicidades no solo fortalece nuestra autoestima y nuestra inteligencia emocional, sino que también refuerza la empatía entre nosotros, comprendimos que, aunque cada uno de nosotros enfrenta diferentes desafíos y disfruta de distintas alegrías, todos estamos unidos por nuestras experiencias humanas comunes. Después de compartir, cada participante tomaba una moneda de chocolate del centro del círculo, esta moneda no solo simboliza un pequeño premio por la valentía de abrirse ante el grupo, sino que también representa la dulzura y la gratificación que se obtiene al ser parte de una comunidad solidaria y comprensiva. 

La actividad del ritual de la vela y la moneda de chocolate se relaciona profundamente con los objetivos del Diplomado de Liderazgo Transformador, nos enseñó que el liderazgo efectivo no se trata solo de dirigir a otros, sino de conocer y aceptar nuestras propias emociones y vulnerabilidades; nos recordó que un líder verdaderamente transformador es aquel que escucha con empatía y crea un entorno donde todos se sienten valorados y apoyados. Nos dejó con una mayor comprensión de nosotros mismos y de los demás, preparándonos mejor para liderar con compasión y efectividad en todos los aspectos de nuestras vidas.

Para finalizar, este viaje nos dio la oportunidad de tener cierta perspectiva personal y grupal del liderazgo. Una de sus características principales es que no nace desde un interés personal, sino que nace cuando se identifica una necesidad latente en otros, en personas cercanas a ti. En Jalcomulco, pudimos conectar con necesidades pequeñas como piquetes de mosquito, calor, sed, cansancio hasta miedos y dolores de cada integrante. Quizás lo más significativo fue haberse nutrido del brillo y liderazgo singular que hay en cada uno de nosotros. Regresamos a Puebla habiendo dejado huella en otros.