Desde 1990 se celebra el día del “Abrazo en Familia”. Hoy, en medio de la crisis que vivimos, ésta conmemoración anima un sentido de esperanza desde los pequeños grandes gestos cotidianos y nos invita a reflexionar sobre el fortalecimiento de los lazos afectivos entre los miembros de cada familia, los cuales coadyuvan a la unidad y la armonía familiar.
La pandemia nos ha llevado por la fuerza a utilizar medios tecnológicos de comunicación que, siendo efectivos, no son afectivos. No hay duda que la vida familiar y matrimonial se trastoca con esta realidad. Al respecto, recuerdo, especialmente en este Año de la Familia, las palabras del Papa Francisco: El amor necesita tiempo disponible y gratuito, que coloque otras cosas en un segundo lugar. Hace falta tiempo para dialogar, para abrazarse sin prisa, para compartir proyectos, para escucharse, para mirarse, para valorarse, para fortalecer la relación. A veces, el problema es el ritmo frenético de la sociedad, o los tiempos que imponen los compromisos laborales. Otras veces, el problema es que el tiempo que se pasa juntos no tiene calidad. Sólo compartimos un espacio físico pero sin prestarnos atención el uno al otro. (AL, n.224)
Son especialmente dos los sentidos que protagonizaron la comunicación por medio de pantallas en este tiempo de pandemia, el oído y la vista. Hoy, con el haz de luz para la presencialidad, el tacto, por tanto el abrazo, cobra especial signo y sentido.
En esta dirección quisiera animar algunos abrazos que, a pretexto de esta conmemoración, pero sobretodo para llevar a la práctica de cada día, podemos integrar en nuestra vida personal y familiar, especialmente para aquellos en quienes encontramos una particular situación de vulnerabilidad y a quienes el simple gesto de un abrazo puede significar una gran luz y esperanza:
Abrazo al adulto mayor. Dos palabras que invitan a resignificar este abrazo son la soledad y el abandono. Si bien es difícil quedarse sin trabajo, estudio o salud, ¿cuánto más lo será quedarse sin amor? Nada sustituye un auténtico encuentro interpersonal y mucho hay por hacer en el reencuentro con nuestros adultos mayores reconociendo lo valioso de su experiencia y compañía.
Abrazo en la inclusión. Todos somos embajadores de la inclusión y es fundamental que, en especial desde la educación y la familia, hagamos de ésta una realidad de acciones concretas para que todas las personas puedan desarrollar su máximo potencial. Una inclusión muy importante es la relacionada a las personas con discapacidad y a finales de este mes, en UPAEP, tendremos una semana dedicada a la misión y tarea de todos para acoger a la persona con discapacidad.
Abrazo más allá de las fronteras. Me refiero a los refugiados y migrantes que abrazan a la distancia, y en lo más íntimo de su ser personal, el anhelo de un reencuentro con sus seres queridos. Querer y no poder vivirlo se traduce en una profunda nostalgia que echa de menos a su propia familia. Esta realidad nos invita a revivir la acogida y la hospitalidad, pues es necesario que nadie se sienta excluido.
Abrazo en el duelo. Intensificado por la pandemia del covid, muchas familias pasan por momentos difíciles y de profundo dolor. El abrazo representa una mirada amorosa a la familia que atraviesa la muerte de un ser querido y, donde las palabras no alcanzan, los pequeños grandes gestos afectivos, se convierten en una expresión de cariño, acompañamiento y fraternidad.
Abrazo a la vida. Nuestro comportamiento social apunta, cada vez más, a una sociedad sin hijos. Urge formar a las nuevas generaciones en una educación desde y para el Amor, que nos abra el corazón y la razón para acoger la vida en Familia. La familia abraza la vida en todas sus etapas y también en su ocaso. (AL, n.83).
Abrazo entre Familia y Trabajo. En estos tiempos que tanto se habla del liderazgo integrador y de la mentalidad integradora, es importante (más allá de solo conciliar) integrar la Familia y el Trabajo en el ser personal. Porque la vida es una sola, no son entidades separadas o contrapuestas y es una asignatura pendiente la gestión pública y privada centrada en la persona y la familia, que permita las mejores condiciones posibles para un crecimiento feliz y pleno de la persona en comunidad.
Abrazo a cada comunidad familiar. El reto ad intra de cada familia también es enorme y nos encontramos con realidades sumamente fuertes que deben ser protegidas, de modo especial, por los estados. Algunas de estas realidades se han intensificado con motivo de la pandemia y encontramos, en aumento, preocupantes cifras en violencia intrafamiliar, depresión, ruptura, adicciones, suicidio, etc. Entre otras acciones al respecto, es necesario fortalecer la comunidad matrimonial y familiar acompañándola en su vida cotidiana y brindando herramientas como los servicios de escucha, orientación, psicología familiar y salud integral.
Podríamos continuar con el tan necesario abrazo a la mujer y abrazo al varón, será tema de otra ocasión. Finalmente, un abrazo para los creyentes de Aquél a quien todo podemos confiar y a quien presentamos todas nuestras preocupaciones y anhelos de cada día para vivir, con alegría y esperanza, un eterno abrazo familiar.