Kenia conquistó mi corazón: Aida Cabrera
23/08/2024
Autor: Yolanda Jaimes

Aida Cabrera Cid, estudiante de Ingeniería Biónica UPAEP, regresó de Kenia donde su nombre en Suajili era Naanyu: “La que puede esperar”, y nos cuenta su experiencia de misionar en el país africano.

La experiencia en Kenia comenzó con una invitación que, en un principio, no estaba en mis planes. Sin embargo, varias señales significativas, desde acciones hasta comentarios, me demostraron que debía ir a Kenia, sin imaginar siquiera lo que iba a encontrar. Kenia, principalmente Mashuuru, no sólo fue un lugar más de misión, se transformó en una oportunidad de poder amar, compartir, aprender y enseñar pero sobre todo se convirtió en un hogar para nosotros, un oasis para mi corazón.

La misión realmente no comenzó al llegar a Kenia, ésta inició desde el momento en el que nos postulamos y es algo que tuvimos muy presente como equipo. Nuestras experiencias desde la misión en la sierra Tarahumara, las preparaciones que tuvimos sobre el contexto en el que se vive y sobre todo acerca de su cultura (específicamente la masaai ya que es la tribu más grande en Kenia), abonaron significativamente en nuestra estancia.

Debo confesar que la celebración eucarística en Mashuuru me cautivó profundamente, la forma tan característica en la cual, fe y cultura se funden en uno mediante cantos, bailes, su vestimenta tradicional y los significados de la misma. Ver la participación de toda la comunidad, desde niños hasta personas mayores, transmitía una sensación de unidad y pertenencia que me conmovió, me hizo recordar el verdadero sentido de salir al encuentro del otro y mucho más importante el poder verlo a Él, a Dios en todos los lugares y en todas las personas.

Mashuuru, la comunidad donde estuve, ha trascendido en mi alma y corazón. Primeramente por parte de los sacerdotes que, sin duda fueron fundamentales en nuestro día a día. Anteriormente no había tenido la oportunidad de compartir el campo misión con algún sacerdote y fue un abrazo al corazón tan grande que le dio significado a muchos momentos vitales dentro de la propia misión; me siento muy afortunada de poder haber conocido a los Misioneros de Guadalupe así como diocesanos en misión, especialmente al padre Francisco y al padre Toño, mejor conocido como Mago Toño, que con su vida nos demuestran su vocación y entrega a esta comunidad, así como al trabajo en  estos lugares donde la Iglesia Católica es muy joven.

 

También tuvimos la cercanía de las personas que trabajaban dentro de la parroquia, quienes nos hicieron sentir siempre como en casa y a los cuales les agradezco mucho el que nos hayan compartido todo lo que son desde su cultura e idioma, su fe, toda su vida en sí misma.

Mashuuru dejó una huella indeleble en mí, al mostrarme cómo la fe puede permear profundamente en las tradiciones y expresiones propias de cada pueblo, dando lugar a celebraciones llenas de vida y significado.

Cada zona a la que íbamos, encontrábamos a alguien con quien podíamos conectar de una manera profunda, la cual iba más allá de las palabras. Si bien la mayoría de los adultos y mayores no hablaban inglés, si no suajili o masaai, logramos comunicarnos mediante una sonrisa, un abrazo, juegos o canciones con los niños, un saludo de respeto a los mayores e inclusive una simple mirada. Ha sido una interacción que va más allá de las barreras del lenguaje y me hizo sentir completamente inmersa en su humanidad.

Gracias a esta apertura, pude expresar con autenticidad lo que soy, y a través de ello, poner mis dones y virtudes al servicio de los demás. Tuvimos la oportunidad de visitar escuelas y dar charlas motivacionales a niños y adolescentes, convivir con familias en sus bumas (casas) compartiendo el tradicional chai, y acompañar a los seminaristas que aprendían el idioma y las costumbres masaai en el Centro Cultural de la región. Toda esta experiencia me permitió conectar de una manera genuina y profunda con la gente, sin que las barreras idiomáticas fueran un obstáculo.

Kenia ha significado mucho en mí, ya que me ha permitido conocer más acerca de mi religión y sus formas de expresión, reconocer mis dones y virtudes brindando lo mejor de mí en acciones de servicio, trabajar en mis áreas de oportunidad y sobre todo experimentar el verdadero sentido de salir al encuentro del otro. Si alguien me pregunta si regresaría, sin pensarlo dos veces ¡diría que Sí!

Kenia llegó a conquistar mi corazón, esta experiencia me brindó la posibilidad de conectar profundamente con el lugar y sus habitantes la cual perdurará en mi memoria y en mi alma. Asante Sana Mungu (Muchas gracias Dios) por esta experiencia.

Mungu ni mwema, kila wakati. (Dios es bueno, todo el tiempo) aquí y en Kenia.