Jessica Ivonne Sánchez Arévalo eligió irse de intercambio a Argentina como parte de un proceso de reconstrucción personal para empezar a ser la persona que quería ser.
Con tan solo 10 días para postularse antes de que cerrara la convocatoria, Jessica Ivonne Sánchez Arévalo, estudiante de noveno semestre de la licenciatura en Ingeniería en Biotecnología, hizo realidad el sueño que tuvo desde que inició sus estudios: realizar un intercambio académico y vivir una experiencia internacional.
Aunque el tiempo apremiaba y sus opciones eran limitadas, Jessica encontró la oportunidad ideal en la Universidad Nacional de Quilmes, en Buenos Aires, Argentina. Apasionada por el fútbol, este era uno de los destinos que siempre había deseado conocer. Con determinación, logró completar su solicitud en tiempo récord.
“La oportunidad de irme a Argentina surgió de forma inesperada. Yo quería hacer un intercambio desde el tercer semestre, pero la pandemia y otras actividades me distrajeron de ese objetivo. No fue sino hasta que mi amigo Jobel se fue de intercambio que pensé: ‘ya es tiempo’. Ver a otros lograrlo me dio el empuje que necesitaba para actuar”, confesó Jessica.
Aunque el proceso fue complicado, especialmente el de visado, que le fue aprobado apenas una semana antes de su vuelo, Jessica siempre tuvo la certeza de que lo lograría. Siendo la más joven de su familia y la primera en salir del país, su madre decidió acompañarla en el proceso de adaptación.
“Fue una experiencia de dos caras. Me encantó pasar tiempo con mi mamá y que yo fuera su motivación para salir del país, pero sabía que al acostumbrarme a tenerla allí, sería difícil cuando llegara el momento de despedirnos”, relató. Tras dos semanas, Jessica cayó en cuenta de que realmente estaba cumpliendo su sueño: vivir y estudiar en Argentina.
Los choques culturales
Al igual que en toda experiencia internacional, también hubo desafíos. La comida y la distancia de su familia afectaron su ánimo, y alrededor del segundo mes enfrentó una baja emocional. “Estaba en un entorno nuevo, lejos de mi familia, y me enfrentaba a un montón de cosas a nivel personal. Fue una etapa en la que tuve que aprender a manejar mis emociones. Mi compañera de cuarto, Regina (también de UPAEP), fue clave en ese proceso; me ayudó a retomar el equilibrio y darme cuenta de que podía superarlo”.
En lo académico, Jessica cursó tres materias en la Universidad de Quilmes: Microbiología, Bioinformática y Legislación de la Biotecnología. Su favorita fue Microbiología: “Lo que más me gustó fueron las prácticas de laboratorio. Allí aprendí a sembrar microorganismos y hacerlos crecer; siempre había algo nuevo que aprender”, explicó.
A pesar de extrañar el picante, Jessica se sumergió en la gastronomía argentina, disfrutando de las parrilladas de cortes de carne y del mate. Aunque al principio le sorprendió su sabor amargo, entendió por qué sus compañeros lo llevaban a todas partes. El idioma también fue un reto, pues a veces necesitaba prestar toda su atención para comprender completamente lo que los profesores le explicaban.
Otro choque cultural positivo fue en cuanto a la seguridad. Jessica compartió su sorpresa al caminar a las 5 o 6 de la mañana o usar el transporte público sin sentirse en riesgo, algo que valoró profundamente.
Sus interacciones con argentinos también derribaron prejuicios: siempre encontró una actitud amigable y disposición para ayudarla a adaptarse.
La aventura
Durante su estancia, Jessica aprovechó para conocer algunos de los lugares más icónicos de Argentina. Desde la Patagonia hasta las Cataratas de Iguazú, visitó la ciudad más austral del mundo, Ushuaia, a mil kilómetros de la Antártida. Allí conoció la nieve y experimentó el frío extremo, “ese que quema la cara”, relató con humor. En Bariloche, más al sur, se aventuró a esquiar por primera vez, y aunque pasó más tiempo en el suelo que sobre la tabla, disfrutó la experiencia al máximo.
Uno de los puntos más especiales de su viaje fue llegar al Faro del Fin del Mundo, un tour que la llevó en barco hacia este símbolo icónico de la región. “Es una sensación indescriptible, llegar y saber que más allá solo está la Antártida. En el barco, dimensionas que si sigues adelante, ya no hay más”.
Además, realizó caminatas en la nieve, como el trekking a la laguna Esmeralda, donde fue acompañada solo por su compañera de cuarto y otro amigo. “Aunque fue un reto físico, estar rodeada de montañas y glaciares, viendo todo cubierto de blanco, fue mágico. La experiencia de aventura en estos lugares remotos fue inigualable”, relató.
Jessica también destacó que la Universidad Nacional de Quilmes es una institución académicamente sólida. "Es una escuela muy buena y compleja. Te proporciona conocimientos valiosos, pero es importante adaptarse a su forma de enseñanza y a la cultura. Los profesores se preocupan por que adquieras buenos conocimientos y los apliques," explicó.
Jessica concluyó que, a pesar de los desafíos y el proceso de adaptación, la experiencia de intercambio valió la pena. "Vale totalmente la pena irse de intercambio. Te hace crecer como persona y te permite conocer un mundo nuevo. Aprendes a ser responsable de ti mismo y a manejar tus propios desafíos. Es una experiencia enriquecedora en todos los aspectos," dijo con entusiasmo.
La experiencia de Jessica Sánchez Arévalo en Argentina no solo enriqueció su vida personal y académica, sino que también abre el camino para otros estudiantes de UPAEP que deseen aventurarse en intercambios internacionales.