México es un país de intensos contrastes climáticos. Su ubicación geográfica, el relieve accidentado y la influencia de dos océanos hacen que en su territorio convivan lluvias torrenciales, sequías prolongadas, fríos extremos en las montañas y calor sofocante en las ciudades (García, 2004). Comprender esta diversidad no solo es relevante para la ciencia, sino también para la vida cotidiana, pues de ella dependen la agricultura, la disponibilidad de agua y el bienestar de millones de personas. Uno de los fenómenos más característicos es el monzón mexicano, un régimen de lluvias estacionales que ocurre principalmente en verano. Aunque suele asociarse al noroeste del país, también en el sureste se observa un comportamiento similar. En ambos casos, el mecanismo central es la llegada de aire húmedo desde el mar, que al encontrar el calor del continente se eleva, forma nubes y produce lluvias intensas (Adams & Comrie, 1997). En el noroeste, este fenómeno se manifiesta entre junio y septiembre en estados como Sonora, Chihuahua, Durango y Sinaloa. En pocas semanas puede acumularse la mayor parte de la lluvia anual, indispensable para la recarga de acuíferos y la agricultura de temporal (Magaña et al., 1999). Sin embargo, su intensidad también ocasiona inundaciones súbitas y deslaves en las zonas serranas.
El sureste, por su parte, experimenta un monzón más prolongado, desde mayo hasta octubre, con lluvias alimentadas por la humedad del Caribe y del Golfo de México. En estados como Chiapas o Tabasco, la precipitación anual puede superar los 2,000 milímetros, lo que sustenta selvas y humedales de gran biodiversidad (CONAGUA, 2021). El lado negativo es la recurrencia de inundaciones, como ocurre en la planicie tabasqueña, donde cada año miles de personas resultan afectadas. En contraste, el norte de México enfrenta una marcada escasez de lluvias. Estados como Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Baja California apenas alcanzan 400 mm anuales en algunas regiones (INEGI, 2020). La variabilidad climática global, en especial fenómenos como El Niño, puede intensificar estas sequías, generando crisis de abastecimiento urbano, pérdidas de ganado y sobreexplotación de acuíferos (Méndez & Magaña, 2010). El caso de Monterrey en 2022, donde la población sufrió cortes prolongados de agua, es un ejemplo reciente y preocupante. Aunque México suele asociarse con climas cálidos, las sierras recuerdan lo contrario. En la Sierra Madre Occidental, la Sierra Madre Oriental y el Eje Neovolcánico, los inviernos pueden ser severos, con temperaturas que alcanzan los -15 °C en Chihuahua y Durango (SMN, 2019). Estos fríos extremos, producto de la llegada de masas de aire polar desde Norteamérica, afectan a las comunidades rurales y provocan pérdidas agrícolas por heladas. Las grandes ciudades mexicanas enfrentan otro fenómeno: las islas de calor urbano. El asfalto, el concreto y la falta de áreas verdes hacen que en urbes como Ciudad de México, Guadalajara o Monterrey las temperaturas sean varios grados más altas que en sus alrededores (Jáuregui, 2005). Esta acumulación de calor aumenta la demanda de energía para refrigeración y afecta la salud de la población, especialmente durante olas de calor que, según las proyecciones, serán cada vez más frecuentes con el cambio climático (IPCC, 2021). El clima de México es un mosaico de contrastes: monzones que sostienen la vida en distintas regiones, sequías que ponen a prueba la adaptación de comunidades enteras, fríos extremos que desafían la agricultura y ciudades que se recalientan por su propio crecimiento. En un contexto de cambio climático global, estos fenómenos tenderán a intensificarse. El gran reto del país consiste en gestionar mejor el agua, adaptar la agricultura, diseñar ciudades más verdes y fortalecer la cultura de prevención ante riesgos climáticos.
Tabla 1. Comparación regional del monzón en México
Característica | Monzón del Noroeste (MMNO) | Monzón del Sureste (MMS) |
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Regiones principales | Sonora, Chihuahua, Durango, Sinaloa, Nayarit | Chiapas, Tabasco, Campeche, Quintana Roo, Yucatán |
Fuente de humedad | Golfo de California y Océano Pacífico Tropical | Mar Caribe, Golfo de México y Atlántico Tropical |
Duración | Corto, junio–septiembre | Prolongado, mayo–octubre |
Intensidad de lluvias | Moderada a fuerte; eventos intensos pero localizados | Muy abundante; totales anuales > 2,000 mm |
Aporte a la precipitación anual | 60–80 % en el noroeste | >70 % en el sureste |
Mecanismos asociados | Calentamiento continental, circulación del Golfo de California, Sierra Madre Occidental | Zonas de Calentamiento Interno Urbano (ZCIU), ondas tropicales, ciclones del Atlántico-Caribe |
Impacto positivo | Recarga de acuíferos, agricultura de temporal en zonas áridas | Sostenimiento de selvas, humedales y agricultura |
Impacto negativo | Inundaciones súbitas, deslaves | Inundaciones recurrentes, afectación por ciclones |
Referencias
- Adams, D. K., & Comrie, A. C. (1997). The North American Monsoon. Bulletin of the American Meteorological Society, 78(10), 2197-2213.
- CONAGUA (2021). Estadísticas del agua en México. Comisión Nacional del Agua.
- García, E. (2004). Modificaciones al sistema de clasificación climática de Köppen. UNAM.
- INEGI (2020). Anuario estadístico y geográfico de los Estados Unidos Mexicanos.
- IPCC (2021). Climate Change 2021: The Physical Science Basis. Cambridge University Press.
- Jáuregui, E. (2005). Urban climate in Mexico City. Atmospheric Environment, 39(25), 4545–4550.
- Magaña, V., et al. (1999). The Mexican Monsoon. Journal of Climate, 12(5), 1577-1588.
- Méndez, M., & Magaña, V. (2010). Regional Aspects of Prolonged Meteorological Droughts over Mexico and Central America. Journal of Climate, 23(5), 1175-1188.
- SMN (2019). Climatología histórica de México. Servicio Meteorológico Nacional.