TUHISTORIA: Viajar en el tiempo
15/08/2023
Autor: Dr. David Sánchez Sánchez
Cargo: Director de la Facultad de Humanidades UPAEP

Hoy, en TUHISTORIA UPAEP viajamos a 1901, a 45 metros de profundidad donde en las cristalinas aguas de Anticitera (Grecia) un grupo de buceadores recuperaron de un antiguo barco romano un mecanismo de bronce que ahora es conocido mundialmente por vincularse a la película «Indiana Jones y el Dial del Destino». Mientras unos se escandalizan por el declive de la vida del aventurero ante la vejez y otros se maravillan de tres años de trabajo que permiten mediante la tecnología actual rejuvenecer y/o resucitar a cualquier actor; algunos nos centramos en el impacto que resulta para el espectador adentrarse en el prolongado Sitio de Siracusa de la Segunda Guerra Púnica (214-212 a.C.) ¿Qué es lo que atrae tanto en la película sobre ese momento? Podrían ser las galeras, los templos, los gladius, la mezcla de aviones modernos dañados seriamente por los Scorpio romanos, el propio espejo Ustorio… Nada de ello es lo principal. Lo que realmente atrae al espectador es viajar nuevamente en el tiempo y hacia el pasado. 

Herbert George Wells en su novela de ciencia ficción “La máquina del tiempo”, expresó que: “la civilización es una carrera entre la educación y la catástrofe”. Siempre recuerdo la escena The Time Machine (1960) de George Pal, donde Rod Taylor se despide de sus amigos en un elegante salón antes de viajar hacia el pasado y futuro en una máquina que compite en elegancia con su propia indumentaria de 1899. 

Es realmente brillante que a modo de comité científico y de empático club de amigos debatan sobre la posibilidad de cambiar la Historia. En otros contextos, Back to the future (1985) de Robert Zemeckis y sus secuelas, nos llevan de la mano de Michael J. Fox a pretensiones similares, pero poniendo mayor carga sentimental en aventuras siempre permitidas por el Dr. Emmett Lathrop Brown (Doc). 

Más allá de paradojas, de bucles infinitos y de los agujeros de gusano de Einstein y Rosen; en el plano teórico parece no romperse el libre albedrío y presentarse la imposibilidad de cambiar significativamente el acontecer histórico. ¿Esto qué significa? Que en el caso de viajar en el tiempo no podríamos cambiar el resultado de los hechos. Si salvásemos de los puñales a Julio César en los idus de marzo quizás un resbalón sobre la sangre derramada pero no mortal haría que se desnucara contra el mármol; si admitiésemos a Adolf Hitler en la Academia de Bellas Artes de Viena quizás uno de sus profesores le formaría en las bases intelectuales para su Mein Kampf; si Leónidas I hubiese optado por no liderar el bloqueo en las Termópilas puede que su caballo se desbocara y terminaran su existencia precipitándose contra las rocas, si Cristóbal Colón hubiera fracasado por un huracán en sus pretensiones puede que una expedición de rescate posterior los encontrara en Guanahani pocos meses después de su hipotético naufragio. 

La conclusión es que siempre llegaríamos a un mismo resultado. En nuestras pretensiones de incluso llegar a dominar los viajes en el tiempo, las tendencias se dividen en dos ejes: el viajero en el tiempo por turismo (estar presente en cierto evento histórico) y el curioso científico metódico (ver cómo realmente eran en ese momento). Más raramente vienen los pensamientos de hacer dichas acciones en nuestra propia vida: ver cómo tu abuelo consiguió su primer empleo, aprender a leer junto a tu bisabuela cuando tenía corta edad, asistir a la boda de tus padres, bailar junto a tu tío en el estreno de Saturday Night Fever. Indiana Jones se maravilla en su última película por observar que todo es tal y como había estudiado con siglos de distancia, siente la empatía por esa realidad e incluso el deseo de no desprenderse jamás de ella. La emoción por sentirse parte de esa realidad pasada podía más para el personaje que todo lo que su mundo contemporáneo le podía ya ofrecer en una desesperanzada existencia. En cierto modo, suponía esa decisión empezar desde cero con los ojos de un niño que tiene todo por descubrir, el brillo en su mirada en dicha escena llama a esperanza, pero no a la plena esperanza de volver con sus realmente seres amados y forjar su propia y auténtica historia.

Pero existe algo que Indiana Jones no comprendió, ni lo comprenden los deseosos de los viajes en el tiempo. Los Morlocks, habitantes de la gran caverna a los que se enfrenta el mencionado Rod Taylor, no tienen que venir de desastres nucleares del futuro o de mutaciones fracasadas del pasado, pueden habitar dentro de nosotros mismos y por tanto viajarán allí donde nos encontremos. Pero no todo está perdido, pues como se menciona en The Time Machine:

[...] cuando la inteligencia y la fuerza hayan desaparecido, la gratitud y una mutua ternura vivirán aún en el corazón del hombre [...]

Magnífico final. Indiana Jones finalmente lo comprendió. Sigamos la lucha.