Ya lo saben bien mis cuatro fieles y amables lectores: las tensiones entre el occidente y Rusia están escalando de muy fea manera, debido a las abiertas intenciones de Vladimir Putin de invadir Ucrania. Realmente, lo que espera el tirano ruso para concretar la invasión es percibir más debilidades de los países occidentales en su papel de defensores de Ucrania y de sus propios intereses. Sin embargo, también es claro que una invasión a suelo ucraniano tendría graves consecuencias para Rusia. Sería, digámoslo así, una aventura que, militar y económicamente, podría salir muy cara para los invasores.
En realidad, esta invasión ya comenzó, de manera muy velada, desde hace prácticamente un año: a principios de 2021, Rusia comenzó a enviar tropas, poco a poco, a tres regiones limítrofes con Ucrania, hasta completar más de 100 000 efectivos con un poderoso equipamiento bélico. Se calcula que deben ser unos 94 000 soldados, que rápidamente podrían recibir refuerzos hasta alcanzar unos 175 000. De hecho, esta es la mejor opción que tiene Putin en sus manos: continuar lentamente con esta invasión, pues, por un lado, ya tomó posesión de la península de Crimea; y prácticamente ya se anexó también la región del Donbass, controlada por separatistas prorrusos en las autoproclamadas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk. Esto le ha permitido a Rusia controlar el 70% del Mar de Azov, que teóricamente comparte con Ucrania, por lo que ya puede exigir como propio este mar, emplearlo para realizar maniobras militares e impedir que Ucrania o cualquier otro Estado ingresen a estas aguas. Esto, por supuesto, es contrario al Derecho Internacional. Pero, ¿desde cuándo preocupan a Putin los lineamientos del Derecho Internacional? El Mar de Azov, por cierto, es rico en yacimientos de gas y petróleo.
Con estas ventajas muy convenientes sobre Ucrania y sus defensores occidentales, Rusia puede optar, en lugar de una invasión a gran escala, por emprender un ataque centrado en conquistar una o dos ciudades fronterizas ucranianas, como Mariupol o Charkiv. Con un golpe rápido y certero, Putin podría tomar una de estas ciudades (o alguna otra) y ver cuál sería la reacción de Estados Unidos y de sus aliados. Si dicha respuesta es débil o indecisa, podrían los rusos preparar un siguiente paso, y así sucesivamente. Lo único que podría impedirle a Putin dar este siguiente paso sería la percepción de que se enfrentaría a severas sanciones por parte de Occidente, lo cual es, lamentablemente, poco probable. ¿Por qué? Porque, a diferencia de la línea dura de los autócratas (Putin y sus aliados en el Donbass y en Bielorrusia), las democracias occidentales son más lentas para actuar. Alemania, por ejemplo, con un gobierno federal nuevo e inexperto, se sigue oponiendo al envío de armas a Ucrania, en contra del parecer de sus aliados. Se ha limitado a enviar unos cuantos cascos para el ejército ucraniano. Esto ha de mantener divertido y despreocupado a Putin, seguramente. Por el contrario, desde la semana pasada, la Gran Bretaña envió a Ucrania unos 2 000 cohetes antitanque tipo NLAW (Next Generation Light Anti-Tank Weapon) y en esta semana que concluye ya comenzaron los instructores ingleses a capacitar a soldados ucranianos en el manejo de estas armas, lo que manda la señal, muy clara, de que el Reino Unido está listo para apoyar cuanto antes a Ucrania.
Las sanciones económicas que impusieron muchos países a Rusia después de la ilegal anexión de la península de Crimea en 2014 tuvieron, ciertamente, efectos muy severos en la economía rusa, pero no fueron lo suficientemente fuertes como para doblar a Putin o para desviarlo de su propósito de reinsertar ahora a Ucrania en la “Gran Madre Rusia.” Por eso, quizá una buena solución para amedrentar a Rusia sea el que Estados Unidos y sus aliados le digan exactamente cuáles serían las sanciones que le impondrían en caso de una invasión, porque si todo lo dejan en una amenaza vaga, no conseguirán mucho. Una medida muy efectiva sería renunciar al gas ruso que sería suministrado por el nuevo gaseoducto “Nord Stream 2”. ¿Por qué? Porque si el gas que llega a Alemania y a otros países europeos se sigue suministrando por el gaseoducto que corre por Ucrania, será más improbable una invasión, sobre todo en Invierno. Si los europeos se deciden por el nuevo gaseoducto (Nord Stream 2), que llevaría el gas de Rusia a Alemania, entonces Ucrania estará perdida. Dicho gaseoducto es, en realidad, un arma política.
Por lo pronto, la OTAN ya anunció que reforzará su presencia militar en el este europeo: varios buques y aviones están en camino en el Báltico y en países como Bulgaria o Lituania. España, los Países Bajos y Dinamarca ya comenzaron también a fortalecer su presencia en el este, así como Estados Unidos y Francia. Pero no olvidemos que la solución militar es la última, después de la diplomática. Si hasta ahora, en las conversaciones de Ucrania con Rusia, con intermediación europea, Moscú no tiene casi nada de obligaciones, se genera un desequilibrio que solamente genera ventajas para Rusia, por lo que dichos convenios son inaceptables para Kiev, como el llamado “Convenio de Minsk”.
Putin está crecido: se está mezclando en muchos frentes a la vez: ejerce presión sobre Ucrania y sobre los países occidentales; interviene en la crisis migratoria entre Polonia y Bielorrusia (su nueva aliada, gobernada, por supuesto, por un autócrata), y trata de acercarse a China. Pero su objetivo central es debilitar a Ucrania y fomentar la desconfianza en el occidente, haciendo poco creíbles las amenazas de sanciones en caso de una invasión rusa. Así que los movimientos militares rusos colocan a Putin en una mejor posición de fuerza frente a Occidente. Eso ya le resultó hace un año, cuando no hubo una reacción fuerte en Europa y en Estados Unidos ante el primer avance de tropas rusas cerca de las fronteras con Ucrania. Así que sabe que puede aventurar unos pasitos más.
Antes de concluir, tenemos una preocupación más: ¿Cuánto podría resistir militarmente Ucrania ante una invasión militar rusa? En estos años después de la pérdida de Crimea, Ucrania se ha armado y es más fuerte que en 2014. Sin embargo, Rusia sigue siendo muchísimo más poderosa, incluso ya ha logrado evitar que la marina ucraniana pueda emplear el Mar de Azov, por lo que es imprescindible que los países occidentales envíen armas a Ucrania y desplacen más equipo y tropas propias al este europeo, para mostrar frente a Rusia fuerza, unidad y determinación. Esto no excluye los esfuerzos diplomáticos, pues, siguiendo a Al Capone, “… se obtienen mejores resultados con buenas palabras y una pistola, que sólo con buenas palabras”.