Amigo, condición humana o accidental
18/02/2022
Autor: Silvia Jazmín Amezquita Paisano

“Los amigos no son los que están siempre a tu lado; sino los que están, cuando más los necesitas”

La condición humana lo exige. No importa si eres blanco, negro, judio, musulman, mexicano o alemán; todos requerimos de una buena amistad.

Sin duda alguna, el ser humano puede adaptarse a diferentes tipos de situaciones, en cierta medida cada uno de nosotros somos resilientes a diversas tempestades. Sin embargo, algo para lo que la condición humana no está preparada es para la soledad. Es por ello que en estos párrafos se abordará el tema de la amistad y cómo es que esta se queda asentada o evoluciona en una amistad de virtud. Dicho esto, comencemos por afirmar que la amistad a lo largo de los años va mudando y se va transformando hasta convertirse en algo sólido, o si quiera podríamos decir que ese es el ideal.

Cuando somos niños, generalmente un amigo se encuentra en compartir un lugar en común, ya sea la escuela, una actividad en conjunto o simplemente siendo vecinos. Un segundo paso a considerar para hallar a un amigo, es encontrar un interés en común, algo con lo que el niño pueda identificarse o hasta asombrarse. Sin embargo, dicha amistad se fundamenta en cuánto los amigos puedan convivir, ya que sin una convivencia es complejo crear este vínculo.

Cuando pasamos a la adolescencia-juventud, de igual forma hallamos a un amigo en un círculo social común, que le interesen cosas que nosotros también encontramos atrayentes. Sin embargo, otros factores se añaden a la lista para solidificar una amistad. Por ejemplo, el afecto que sentimos hacia un amigo se torna más serio, se siente más “real”; además de la cuestión afectiva uno va buscando que el otro pueda aceptar su persona sin juicios para así sentirse pleno, confiando en que la otra persona puede ver algo en uno que se quiere preservar.

En cambio, cuando se comienza la adultez, las características anteriormente mencionadas juegan un papel importante. No obstante, se tienen que añadir otras a la lista. Siendo adulto, se adquiere una cierta madurez en muchos sentidos, se puede decir que varias cosas en la vida ya están planteadas y fundamentadas; es por ello que uno tiene la capacidad de buscar en una amistad el bien del otro sin pensar tanto en el “yo”. Además, ya no solo se busca que se tenga un interés común hacia algo en particular, sino que también se requiere que la otra persona pueda aportar algo a tu vida, evitando así los malos ratos que a veces en la juventud estamos dispuestos a aceptar.

La parte más interesante en cuanto a los procesos de la amistad a mi parecer, es la vejez. Cuando una persona se encuentra en la vejez, la perspectiva que se tiene del mundo cambia; un adulto mayor ya no busca ser aceptado, sino que acepta su propio carácter y personalidad, ya que estos factores difícilmente pueden ser modificados. Lo que se busca en la vejez en cuanto a relaciones humanas es tener plenitud, poder compartir experiencias propias con otros, podríamos decir que se maximiza el querer ser escuchado. Con apertura al error que puedan contener las siguientes líneas, el humano siendo viejo no toma como premisa principal la amistad, sino la mera compañía de otro ser humano, tal vez encaminándose de donde partió todo: la niñez y la simpleza de poder sentirse bien con otro ser sin tantos factores a considerar.

Nos remontaremos ahora hacia cómo Aristóteles describe las relaciones humanas, en particular el tema de la amistad. Este personaje nos enuncia que, efectivamente, la amistad va mudando en cuanto puedes conocer a la otra persona; cuanto más se conozca del otro, puede discernirse el tipo de amistad que uno quiera entablar. Esto adquiere sentido en consideración a que un individuo no establecerá una relación profunda con una persona que no vaya acorde a los valores, modos de vida y percepción del mundo que uno intrínsecamente posee o que le fueron instruidos.

Más adelante, Aristóteles va a discernir sobre los tipos de amistad, distinguiendo estos entre amistad honesta, amistad útil y amistad deleitosa. ¿Cómo podemos distinguirlas?, el estagirita dice que las amistades útiles y deleitosas no son verdaderamente amistades, sino solamente la honesta y fundada en la bondad. Una persona sabia, una vez me dijo “las amistades son contadas con los dedos de una sola mano”. En su momento no le tomé mayor importancia, sin embargo ahora comprendo un poco más. En el transcurso de nuestra vida, no solo vamos en busca de nosotros mismos, sino también de nuestro entorno y de las personas con las que nos relacionamos. Como anteriormente se expuso, pasamos por diversas etapas que van evolucionando la vivencia de una amistad. Es de este modo, que vamos descubriendo cuál es nuestro propósito con un amigo y vamos percibiendo cuál es el compromiso que tiene este con nuestra persona.

Por lo tanto, es pertinente que en algún momento podamos hacer una reflexión de las personas que decimos llamar amigos. ¿En qué parámetro podríamos asignar a cada uno de ellos?. ¿Acaso se trata de una amistad útil? La cuál te brinde algún provecho o beneficio y no se pretenda querer su máximo bien y que del mismo modo dicha persona no busque el nuestro. O acaso se trata de una amistad intensa y penetrante, que por parte de las dos personas busquen el bien en todo su esplendor. Dicho examen es importante, debido a que pasar por la vida sin cuestionarse acerca de las personas que amamos y que están cerca de nosotros sería como ignorar plenamente el sentido mismo de la amistad.

A modo de conclusión, se recalca que sea cuál sea nuestra condición física o ideológica, el hombre por naturaleza busca a un compañero, un compañero para compartir, disfrutar y aprender de la vida. De este modo se puede decir que podemos tener un desarrollo holístico y complementario siempre y cuando nos encontremos con alguien que busque una amistad profunda y encaminada hacia el bien.