Desde conocer un Premio Nobel, hasta visitar un campo de refugiados: mi experiencia en Bangladesh
11/03/2024
Autor: Juan Carlos Gazca Muñoz
Programa Académico: estudiante de Relaciones Internacionales

En agosto del año pasado recibí un correo interesante, se trataba de una convocatoria para realizar prácticas profesionales en el país asiático de Bangladesh. Interesado en hacer mis prácticas en el extranjero —aunque admito que el destino no me convencía en ese momento— solicité más información al respecto. En la junta informativa del día jueves se me pidió que entregara mis documentos a más tardar el sábado, para que me pudieran entrevistar el lunes y dar veredicto el miércoles. Todo esto mientras me preguntaba a mí mismo: ¿Y de verdad quiero ir a Bangladesh?

Decidí entregar mis documentos y avanzar con el proceso mientras lo pensaba y platicaba con mi familia al respecto; ya en el pasado viajé un mes a Tanzania, en África, por lo que Bangladesh no fue una sorpresa tan grande para mis padres. Las condiciones para realizar el viaje se alineaban, era una oportunidad para liberar mis prácticas profesionales, mis ganas de conocer el mundo me llamaban a la aventura, y la oportunidad que esto representaba para un estudiante de Relaciones Internacionales era única. Unos días después de la entrevista, me comunicaron que fui aceptado para el International Internship Program de la Daffodil International University (DIU).

Puesto que las prácticas durarían dos meses, se me solicitó tramitar una visa de estudiante, y tras empezar mi proceso, la Embajada de Bangladesh en México hizo de mi conocimiento un hecho inesperado: yo fui el primer mexicano en la historia en tramitar una visa de estudiante con Bangladesh. 

Después de más de dos días de vuelos y aeropuertos, llegué a Dhaka, la capital de Bangladesh, y la cuarta ciudad con mayor densidad poblacional en el mundo. He visitado múltiples ciudades en distintos países, y Ciudad de México siempre había sido mi referente de lo que es una ciudad grande, ajetreada y caótica; sin lugar a dudas, Dhaka me mostró que siempre hay niveles más altos. El tráfico que se vive en la urbe es el más intenso que he experimentado en mi vida, la cultura vial es completamente distinta (empezando por la total ausencia de semáforos, pues para tal cantidad de autos son considerados ineficientes) y hay un mar de motos y bicicletas que inundan las calles a donde quiera que vayas.

Mis prácticas las realicé en la Oficina de Asuntos Internacionales de la DIU, y bajo la dirección de Syed Raihan, Deputy Director for International Affairs; me fueron encomendadas tareas como el apoyo en organización de eventos y la recepción de visitantes internacionales. Dicha oficina, me atrevo a decir, es el pilar central de DIU, ya que constantemente recibe visitas de profesores y alumnos de múltiples países del mundo, además de ser sede de conferencias y eventos internacionales con organizaciones del nivel de Erasmus. Cada semana existía la expectativa sobre de qué país sería el siguiente visitante. 

Justo tras mi llegada, recibimos la visita de un grupo de estudiantes de la British University in Egypt, que durante una semana tomaron el Campamento de Economía Social impartido por profesores de Daffodil, evento cuya clausura quedó en manos del Premio Nobel de la Paz, Muhammad Yunus, quién brindó una conferencia sobre los inicios de su proyecto del Banco Grameen y sobre la importancia de que los negocios tengan una visión social. Esta semana fue de las más significativas, pues no sólo tuve la oportunidad de conocer a un Premio Nobel, también pude aprender mucho sobre la cultura egipcia y el Islam, pues hice grandes amistades e incluso conexiones profesionales para mí y para UPAEP. Egipto definitivamente está en mi lista de próximos destinos.

Antes de viajar, mi director de carrera, el Dr. Derzu Ramírez, me habló de un profesor oriundo de Bangladesh que le dio clases cuando iba en la universidad, y que actualmente se encontraba residiendo en Dhaka; me proporcionó su contacto y me dijo que si tenía oportunidad, aprovechara para conocerlo. Ya en Bangladesh, decidí enviarle un correo a dicho profesor; poco sabía en ese momento que el Prof. Imtiaz Hussein se volvería una figura clave, no sólo durante mi experiencia en Bangladesh, sino para mi futuro profesional. El primer evento al que me invitó fue a una comida con diversos especialistas en migración de India y Bangladesh, para este punto el profesor ignoraba que yo me he especializado en migración, por lo que fue una maravillosa coincidencia.

Durante mis dos meses en Dhaka, el Prof. Imtiaz me invitó a eventos académicos en la Independent University of Bangladesh, a eventos culturales como el Durga Puja del hinduismo, e incluso a un viaje a la región de Cox´s Bazar para visitar un campo de refugiados Rohingya y hacer investigación de campo. Para quien desconozca, los Rohingya son una minoría étnica musulmana que vive en Myanmar y que, en calidad de apátridas, han huido a Bangladesh a causa de un genocidio perpetrado por grupos budistas extremistas. Posterior a mi regreso a casa, el Prof. Imtiaz vino a México y nos reunimos con la Excma. Sra. Embajadora Abida Islam, quien representa a Bangladesh en México, para hablar del futuro de las relaciones entre nuestros países y las nuevas áreas de oportunidad que el hito que representó mi visita pone sobre la mesa.

Dentro de mi trabajo en la Oficina de Asuntos Internacionales, fui parte del comité de bienvenida para la inmensa mayoría de los visitantes extranjeros, y he de decir que el nivel de internacionalización al que Daffodil se mueve me dejó impactado. Recuerdo haber recibido a los estudiantes de Egipto, a profesores de India, Noruega, Kirguistán, Francia, Malasia, Nepal, Suiza, Eslovenia, Lituania, Bulgaria, España, Japón y Vietnam, por mencionar algunos; y por supuesto, DIU fue la sede de la conferencia más importante del Proyecto Harmony de Erasmus+

En cuanto al choque cultural, lo principal que he de mencionar es que Bangladesh es un país musulmán. Esto impacta directamente cuestiones como la alimentación, pues el cerdo y el alcohol están prohibidos en el islam; en los sonidos, pues es de lo más cotidiano escuchar los cantos que llaman a los rezos en las mezquitas; en los fines de semana, ya que sábado y domingo se adoptaron como tal por ser los días santos del judaísmo y el cristianismo, pero para el islam es el viernes, por lo que la jornada laboral es de sábado a jueves y se descansa en viernes; y en la vestimenta, aunque esto varía según el grado de devoción y la tradicionalidad con la que cada quién profesa el islam, ya que si bien había mujeres con burka, la mayoría usaba sólo el hiyab, e incluso había quienes usaban vestimentas tradicionales o ropa occidental.

Algo que siempre he dicho es que la mejor forma de conocer un país es junto a un amigo local, ya que así evitas caer en trampas de turistas, y además tienes a alguien que te puede mostrar los mejores lugares, precios baratos y a vivir la cultura. Así he viajado a algunos países, y en Bangladesh tuve la fortuna de que fuera así. Agradezco a amigos como Saad, Shakhawat, Samiat, Tasfia, Sharin, Riya, Saimum, Nazmul y Shouvik, por llevarme a pasear dentro y fuera de Dhaka; a recorrer la gastronomía local, tanto la casera como la callejera; enseñarme de la cultura e historia, e incluso del idioma bengalí o, como se le llama allá, bangla; y por supuesto, agradezco a Raihan sir, mi jefe, quien me enseñó a bailar al estilo Bollywood. 

El mero hecho de haber realizado mis prácticas en el extranjero tiene ya un peso considerable para mi formación como internacionalista. Considero que cualquier carrera con la palabra “internacional” en el nombre debe tener una mente abierta a lo desconocido y respetuosa a lo diferente. Mi invitación para todos aquellos con ganas de conocer el mundo, es no limitarse a lo convencional, anímense a descubrir realidades nuevas, el mundo es muy grande. A mediados del año pasado, Bangladesh nunca me pasó por la cabeza, ni siquiera como opción turística y mucho menos para prácticas profesionales, siento que incluso como internacionalista que soy, sabía muy poco del país. Hoy, a unos meses de mi regreso puedo decir que se convirtió en otra casa para mí, una casa muy movida y algo caótica, pero llena de gente increíble, comida deliciosa y una cultura vibrante.