A ochenta años de la fundación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), académicos y estudiantes de la Licenciatura en Relaciones Internacionales (RI) de UPAEP reflexionaron sobre el papel que ha desempeñado este organismo en la preservación de la paz mundial, su actual vigencia y los retos que enfrenta para responder a las dinámicas geopolíticas del siglo XXI.
Herminio Sánchez de la Barquera y Arroyo, profesor e investigador de RI de UPAEP, subrayó que, pese a las críticas y deficiencias que se le señalan, la ONU ha sido un pilar indispensable en el equilibrio internacional.
“Es cierto que muchos aspectos no han funcionado bien, o que su estructura es a veces muy estática; sin embargo, el mundo habría sido peor sin la existencia de la ONU. Por lo menos, mantiene una autoridad moral y ha evitado que los conflictos escalen a niveles catastróficos”, afirmó.
El académico destacó que la organización surgió tras la Segunda Guerra Mundial como un intento por evitar la repetición de tragedias globales, y aunque su estructura requiere transformaciones, ha sido un espacio vital para el diálogo multilateral. “No creo que pueda haber un cambio estructural profundo, pero el balance histórico sigue siendo positivo”, puntualizó.
En el contexto actual, Sánchez de la Barquera reflexionó sobre el papel de los gobiernos populistas y su tendencia al aislamiento en la arena internacional.
“Generalmente, los regímenes autoritarios o populistas dan prioridad a la política interior y se cierran al mundo exterior porque la apertura puede afectar su permanencia en el poder. Lo vimos en el caso de México con la idea de que la mejor política exterior es la interior, lo cual refleja un desinterés por proyectar al país como actor global”, explicó.
Agregó que este fenómeno también se observa en líderes como Donald Trump, para quienes la política exterior se concibe más como un asunto de conveniencia personal o mediática que como una búsqueda de paz y justicia duradera.
“Para Trump, las relaciones internacionales son más un trato entre empresarios que una estrategia de paz mundial. Su visión carece de profundidad histórica y de comprensión de las condiciones globales”, advirtió.
Por su parte, Juan Antonio Llergo Sánchez, profesor de la misma licenciatura, señaló que la historia de la ONU no puede entenderse sin el involucramiento activo de Estados Unidos, país que ha fungido tanto como patrocinador como juez del sistema internacional.
“Estados Unidos ha sido el gran sponsor de esta plataforma, pero su relación con la ONU ha sido ambivalente. Si la organización sirve a sus intereses, la apoya; si no, la ignora. La política exterior estadounidense ha pasado de ser promotora de la cooperación global a defender su agenda doméstica”, subrayó.
El académico añadió que, tras el fin de la Guerra Fría y los atentados del 11 de septiembre de 2001, el papel de la ONU cambió drásticamente ante el auge de los regionalismos y la pérdida de autoridad moral del propio Consejo de Seguridad.
“Hoy la ONU debe empoderar a las potencias regionales y dar voz a actores no estatales. Vivimos un orden internacional multipolar o ‘multiplex’, donde coexisten distintas visiones del mundo. La organización debe adaptarse a esta realidad si desea seguir siendo relevante”, afirmó.
En su participación, Carolina Méndez Aragón, estudiante de Relaciones Internacionales, sostuvo que la ONU, aunque ha favorecido históricamente a ciertas potencias, también ha impuesto cargas desproporcionadas sobre ellas.
“Las Naciones Unidas nunca han sido equitativas. Han beneficiado a un grupo reducido de países, principalmente a Estados Unidos, pero también le han exigido tareas que ya no puede sostener. Incluso su propia democracia interna está en crisis, lo cual cuestiona su papel como ejemplo de gobierno democrático ante el mundo”, expresó.
Méndez Aragón propuso una reforma del Consejo de Seguridad, órgano que considera obsoleto ante los desafíos actuales.
“El veto debe restringirse en situaciones humanitarias. No puede ser que cinco países definan el destino del mundo mientras millones de personas sufren por conflictos o genocidios. América Latina, por ejemplo, necesita tener representación real en ese Consejo”, enfatizó.
Asimismo, alertó sobre el riesgo de que las potencias mantengan el statu quo y frenen los cambios necesarios para hacer de la ONU una institución más inclusiva y funcional. “La burocracia interna y los intereses políticos han frenado su evolución. Si los miembros permanentes no están dispuestos a ceder poder, el sistema permanecerá bloqueado”, añadió.
Para cerrar la reflexión, Llergo Sánchez destacó que repetir las mismas fórmulas y esperar resultados distintos es un acto de inercia institucional.
“Naciones Unidas debe abrirse a nuevas dinámicas, escuchar a los actores emergentes y responder al mundo de hoy, no al de hace 80 años. Debe recuperar la confianza ciudadana, porque incluso sus propios reportes son ignorados por quienes deberían leerlos y actuar en consecuencia”, señaló.
Por su parte, Méndez Aragón invitó a la sociedad civil a no dejar todo en manos de los organismos internacionales.
“Debemos desarrollar pensamiento crítico, cuestionar las narrativas dominantes y participar activamente. No todo depende de los líderes mundiales; también está en nosotros exigir justicia, promover la paz y construir sociedades más justas”, concluyó.
Finalmente, Herminio Sánchez de la Barquera cerró con un mensaje de esperanza moderada.
“Podemos ser escépticos respecto a su funcionamiento, pero optimistas sobre su papel histórico. Sin la ONU, el escenario global habría sido mucho más inestable. Ocho décadas después, sigue siendo el mejor intento de humanidad por mantenerse unida ante la adversidad”.