La prueba de relevos de 400 mts. tiene un toque dramático peculiar. Uno ve, por ejemplo, que no basta que cada uno de los velocistas, de manera independiente, corra y dé lo mejor de sí. Hace falta, además, sincronía, ajuste, cruce de miradas y óptima entrega del testigo al jugador que continúa la secuencia; éste, por su cuenta, tiene que estar sumamente atento y, a una distancia razonable, comenzar la carrera para que el relevo lo encuentre ya en velocidad.
Cuando recibimos el testigo (estafeta) de quien previamente cayó o de quien se movía sin ímpetu, cuando recibimos algo malhecho o malogrado, a destiempo o descuidado, recibimos, al mismo tiempo, la disculpa anticipada de nuestro desempeño y de la no consecución de las metas soñadas, a pesar de haber puesto todo de nuestra parte. Por el contrario, si recibimos algo en muy buen estado, de manera oportuna y con tino, entonces con el testigo recibimos también una gran responsabilidad: la de perseverar, la de no decaer, la de ser un digno continuador, incluso, la de hacerlo mejor que quien nos antecedió.
Estos festejos del 50 Aniversario de la UPAEP a todos nos han llenado de orgullo, entusiasmo y alegría. Pero en este momento somos la “generación del relevo”, quienes estamos recibiendo el testigo de lo mucho que se ha corrido estos cincuenta años. ¡Es un año jubilar! ¡Nadie lo dude! Pero es un júbilo directamente proporcional a la grave responsabilidad de hacer al menos otro tanto de lo conseguido y, si se puede, aún más. ¿Pero cómo? Las piernas nos comienzan a temblar, no sabemos si las fuerzas alcancen, tal vez hace 50 años había menos profesores con grado de doctorado, pero no estoy seguro si estamos a la altura de la musculatura de espíritu que ellos tenían… en fin, henos aquí. A unas semanas de tomar el testigo.
Tal responsabilidad es un peso, un peso grave, que asusta, que agobia. Estamos en una barca, las turbulentas aguas del relativismo y las ideologías contemporáneas no son menos riesgosas que las aguas del comunismo y la polarización social vividas hace medio siglo. ¿Somos los remeros que se necesitan para estos tiempos? ¿Estamos izando las velas convenientes? ¿Estamos aprovechando los vientos alisios? Estas son las preguntas que me vienen cuando una generación, la primera generación de fundadores y forjadores de la UPAEP, está a punto de entregarnos el relevo.
Mi esperanza: Cristo es el timonel; la gracia nos dará la fuerza si es que vamos con rectitud de intención y damos todo de nosotros mismos. La osadía cristiana es una mezcla de valentía e inocencia: valentía porque consiste en no amedrentarnos, inocencia porque los ojos se posan más en el poder de Dios que en el tamaño del desafío.
Hoy tenemos mucho: una bellísima y potente Universidad, con una infraestructura envidiable. Hay muchos y extraordinarios docentes e investigadores. Aulas increíbles. Recursos. Capital relacional. Prestigio. Un rector de lujo (de los mejores del país). Una comunidad de estudiantes pujante y comprometida. Directivos entusiastas e innovadores… Y todo esto existe porque los primeros que corrieron lo hicieron muy bien. ¡Ahora nos toca a nosotros! ¿Qué UPAEP entregaremos en 50 años a la siguiente generación?