El llanto por el destete o el canto por la libertad
11/08/2023
Autor: Dr. Jorge Medina Delgadillo
Foto: Vicerrector de Investigación

Es propio del adolescente querer los beneficios de seguir siendo niño, pero con las libertades de las que goza un adulto. Es propio también de él, no querer los anversos de la niñez y de la adultez: heteronomía y responsabilidad, respectivamente.

Este complejo del centauro etario, mitad niño, mitad adulto, nos puede ocurrir a las universidades privadas. ¿Por qué lo digo? 

Antes, permítanme una digresión. Es preocupante ver entidades, como el Banco Mundial, que llegan a condicionar el acceso a fondos dependiendo de la aceptación de ciertas políticas (descenso de los índices de natalidad, pro diversidad sexual, pro aborto, etc.) A mí, como a muchos, nos parece que aprovecharse de una situación de penuria tras un sismo o un incendio, el desastre de un tifón o las secuelas de una sequía, para hacer que un país se comprometa con proyectos que van en contra de su tradición cultural, de su religión o de sus leyes, es un acto vil. Un país con trabajo, con cosechas y con salud tiene la capacidad de rechazar esas intromisiones; pero un país hincado por la adversidad, aunque tenga dignidad, cede ante la necesidad.

A mí me duele mucho ver como está sucediendo un acto constante de intimidación a las universidades particulares por parte de autoridades que, lejos de fomentar la concordia de su pueblo, arrinconan a sus miembros a una situación de necesidad, en espera de la aceptación de unas condiciones las cuales, si no existiese esa posición de postración, no serían aceptadas.

Escuché y vi una conferencia reciente en donde se decía que la Junta de Gobierno del CONAHCYT determinó cuáles serían las siete áreas de interés público que serán beneficiarias de becas y fondos… Son, en orden de aparición: 1. Salud humana; 2. Arte y cultura; 3. Preservación, protección y mejoramiento del ambiente; 4. Ingenierías y tecnologías; 5. Ciencias Sociales; 6. Educación; 7. Administración Pública. Por supuesto, no aparece en el listado nada de administración de empresas, contabilidad, mercados financieros, exportaciones, negocios, mercadotecnia, áreas estigmatizadas con la etiqueta “neoliberal”. Me dolió ver que no aparecen las “humanidades”, ni tampoco hay un rubro que las pueda contener. Me preocupa que tampoco aparezcan destacados –como sí aparece el tema medioambiental–, temas como la inseguridad, la violencia, la democracia o los derechos humanos… 

¿Qué hace que algo sea de interés público? ¿Esa determinación es unilateral? ¿Debemos ahora cambiar planes y programas de estudio para “caber” en el presupuesto, para ser “beneficiarios” de los recursos, para “salir en la foto”? Anunciaron en la conferencia que cada año irán actualizando la lista de áreas de interés público (sic). 

Otro tanto hay que decir del Sistema Nacional de Investigadores. ¿Hasta cuándo terminará el acoso a los investigadores de universidades particulares? De haber nacido en nuestro siglo, Cicerón hubiese dedicado su “quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?” a más de un funcionario. Porque un sistema que apalea la pequeña barca en que se navega, para luego arrojar cerca de los náufragos unos salvavidas, no es un sistema noble ni digno. ¿Pequeña barca? Sí… revisé unos datos y de los casi 37,000 investigadores que hay en el país, 1,800 están adscritos a Universidades Privadas (4.8%) ¿Por qué ensañarse tanto contra ese pequeño sector? ¿Cuánto ahorro podemos causar a las arcas? Se comportan como el Banco Mundial –prepotente y poderoso– se porta con los países que tienen hambre.

Recuerdo que algunos terapeutas asemejaban la salida del pueblo israelita de Egipto, bajo la égida de Moisés, al paso de madurez de un joven al salir de su hogar. En efecto, el hogar materno ofrece calor, protección, cobijo… pero quedarse ahí por siempre impediría madurar, impediría vivir la libertad. Cierto, vivir por siempre en casa de nuestros padres, nos hubiera evitado pasar hambres o fracasos… pero gracias a la libertad, conquistamos nuestra propia tierra prometida. 

Algo semejante está a punto de suceder. El destete del Estado no será fácil y no será simple, como no fue fácil para el pueblo de Israel aventurarse a un desierto y dejar Egipto. Podemos sentarnos a llorar nuestra suerte o podemos emprender un nuevo camino y buscar nuestra tierra allende las cadenas y las ideologías, podemos soñar un México distinto, donde se genere riqueza y ésta sea justamente distribuida, donde realmente se viva una auténtica cultura de la paz, donde toda niña y todo niño reciba educación de calidad y materiales educativos excelentes, donde no campee el crimen organizado por las calles ni asuma curules en los cabildos, donde no mueran personas por escasez de medicamentos, donde la tecnología esté al servicio de la persona… ¿por qué no? 

Y, como universidades, formemos a una nueva generación de jóvenes que ocupen –con una óptica lejana a las polarizaciones y a la corrupción– las futuras posiciones de autoridad de nuestra patria. Porque el rol del Estado como generador de auténticas condiciones de bien común, como garante del desarrollo de toda su gente y como custodio de la ley, aún es un capítulo pendiente en la historia de México.