Talentos y responsabilidades
20/05/2024
Autor: Dr. Jorge Medina Delgadillo
Foto: Vicerrector de Investigación

El viernes por la mañana, en un breve y emotivo mensaje, el Rector de UPAEP habló a niñas, niños, adolescentes y jóvenes de Expociencias Puebla 2024. Su idea central eran los talentos: llevados a la mente para hacerlos conscientes, llevados al corazón para darles rectitud de intención y llevados a las manos para hacerlos fecundos en la acción. Por la tarde, platicando con un entrañable amigo, coincidentemente me habló también de la parábola de los talentos (Mt 25:14-30). Comentábamos sobre una frase que pronunció Gregorio Magno inspirado en Ambrosio de Milán: “Cum augentur dona, rationes etiam crescunt donorum” (“Aumentando los dones, crecen las responsabilidades”). 

El “talento” era una medida de peso, frecuente en la antigüedad, equivalente a 60 minas o 3000 siclos (igual a unos 34.2 kilogramos). El talento no era una moneda, pero sí podía convertirse en moneda si se especificaba el tipo de metal al que uno se refería, por ejemplo, 10 talentos de oro, equivaldrían a 342 kilos de oro, o 2 talentos de plata, equivaldrían a 68.4 kilos de plata, etc.

El texto del Evangelio no especifica el metal (oro o plata) del que estaban llenas las bolsas que el amo dio a sus tres siervos en la famosa parábola de los talentos. Imaginemos que se trataba de oro. La parábola dice que un siervo recibió 5 talentos, equivalentes a nuestros actuales 172 kg. El gramo de oro, anda, según datos del Banco de México que consulté al hacer esta columna, en $1,416.45. Un kilo, en $1,416,450.00 (poco menos de millón y medio de pesos), multiplicando eso por 172 kilos, nos da un aproximado de: $243,629,400.00 (¡Un Melate bien choncho!, de esos que se acumulan muy rara vez). El que recibió 2 talentos, recibió entonces 68.4 kilos de oro, equivalentes a $96,885,180.00 (Con cien millones, ¿cuántas casas o depas no te comprarías y vivirías de sus rentas tú, tus hijos y tus nietos?) El que recibió 1 talento, recibió muchísimo… recibió un costal con 34 kilos de oro, equivalentes a unos $48,442,590.00 (¡La mayoría de los mexicanos nunca veremos una cifra así en toda nuestra vida!)

¿Por qué Jesús usaría en una parábola cifras tan estratosféricas, tan alejadas del pueblo, tan hiperbólicas? ¡Es una parábola netamente financiera! Imagino que, en parte, para hacerles conscientes a sus oyentes de lo extraordinariamente bendecidos que han sido por Dios. Me viene a la mente el poema de Violeta Parra, Gracias a la vida: tenemos ojos, para ver el cielo estrellado y a la persona que amamos; tenemos el oído por el que captamos sonidos minúsculos, canciones y voces; tenemos lenguaje, capacidad de comunicación y entendimiento; tenemos pies para andar por senderos y subir montañas, ir con amigos; tenemos corazón, capacidad de emoción y estremecimiento por el bien. ¿Cuánto valen nuestras capacidades? ¿Cuánto valen nuestras potencialidades? Verdaderamente son talentos.

Regresemos a Gregorio Magno. Él habla de razones y proporciones, tema tan querido para matemáticos y contadores: “la responsabilidad crece en razón del don” (podría ser otra traducción libre de su texto latino).  El don sería el denominador, la responsabilidad el numerador. Responder equivale a multiplicar. Responder no es sólo “cuidar” lo dado, a fin de preservarlo; al que esconde su talento y lo regresa íntegro le toca un juicio severo: “echadle en las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”. La parábola enseña la proporción correcta: de 2 a 1, regreso 2 por cada 1 que me dieron: duplicar lo dado. En la versión de Lucas (19, 12-27), el primero multiplica por 10 lo dado, el segundo multiplica por 5 lo dado, y el tercero simplemente entrega lo dado aduciendo lo mismo que en el relato de Mateo: miedo por la severidad del señor. 

¿Cómo se multiplica un talento? Poniéndolo a trabajar. Negociando con él. Sólo se multiplica y hace crecer aquello que se gasta en servicio a los demás. Multiplicar, además de trabajo y esfuerzo, implica riesgo. El “siervo inútil” carecía de esas dos actitudes, padecía una suerte de miedo y de pereza, de desgana que pretexta temor. ¡Qué curioso! Él termina poniendo como malo de la película a su amo: “Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!"

Que la muerte nos llegue a todos con los ojos gastados de tanto leer, los pies cansados de tanto andar, la voz ronca por tanto enseñar. Que la muerte nos alcance el día en que estemos casi desvencijados de tanto enseñar, aprender, perdonar, saludar, alegrar, caminar, esperanzar, sudar, pensar, testimoniar, compartir, investigar, soñar… León Gieco canta similar a Violeta Parra, pero con un toque de dramatismo evangélico: “Que la reseca muerte no me encuentre, vacío y solo sin haber hecho lo suficiente”.

Gastarnos para multiplicarnos. Perder para ganar. Morir para vivir. Ideas que se expresan como paradojas pero que no son sino el más sano sentido común. 

Cuando oigo, veo y estoy consciente del “talento” humano que hay en UPAEP, no sé si alegrarme o temblar. Porque lo que se pedirá a esta Institución será mucho, ¡muchísimo! Que a la alegría de sabernos tan bendecidos sobrevenga la urgencia de trabajar diligentemente para multiplicar lo dado.