El fin de dirigir y gobernar (incluso instituciones educativas)
08/07/2024
Autor: Dr. Jorge Medina Delgadillo
Foto: Vicerrector de Investigación

Conté un poco más de cincuenta afirmaciones que Tomás de Aquino expone acerca de la finalidad de quien gobierna y ejerce la autoridad, casi todas coincidentes, por eso sólo transcribo dos que me parecen más claras que el agua:

“El fin de quien gobierna es la paz y la unidad de los gobernados” – “pax enim et unitas subditorum est finis regentis” (Contra Gentiles, lib. 4, cap. 76, n. 4)

“Esto es lo que principalmente debe procurar quien dirija un grupo: la unidad en la paz” – “Hoc igitur est ad quod maxime rector multitudinis intendere debet, ut pacis unitatem procuret” (De regno lib. 1, cap. 3).

Procurar la unidad, sin paz, se puede conseguir con imposición y despotismo; mantener a todos en paz, pero sin unidad, significa fomentar la indiferencia y el individualismo. El buen gobernante no cede a ninguna de estas dos tentaciones.

La pregunta que surge es: ¿Cómo se consigue la unidad en la paz? El punto es que no hay una única respuesta a esta pregunta, pues cada comunidad humana es diferente, atraviesa por problemáticas diferentes, tiene ventajas y cualidades distintas, está compuesta hoy por unos talentos diferentes de los que tuvo antes o tendrá después, etc. Por eso, para santo Tomás, gobernar es un “arte” más que una ciencia, y la cualidad fundamental de quien dirige es la prudencia. Es más, hay una prudencia específica del líder: prudentia gubernativa

Pongamos unos ejemplos de lo anterior:

Si el grupo que alguien debe gobernar es problemático, conflictivo, con pleitos y rencillas, gobernar será conciliar, reconciliar, enseñar a dialogar, generar acuerdos y consensos.

Si el grupo que ha de gobernar, va en contra de los principios naturales, desacata leyes, transgrede derechos humanos, gobernar consistirá en educar en la obediencia a la ley, corregir, castigar a los culpables y no dejar impune la injusticia.

Si el grupo que se gobierna es realmente cumplidor de la ley y del estado de derecho, pero son un grupo de individualistas e indiferentes unos de otros, gobernar será buscar las condiciones de la convivencia y la mutua ayuda, de la fraternidad y la unidad.

Y… si el grupo es apático; o si el grupo es hipócrita; o si es un grupo de gente santa; o si son medio inmaduros pero en el fondo tienen buenos principios; o si tienen una historia con muchas heridas; o si son un grupo desmotivado… ¡la complejidad es abrumante y las posibilidades infinitas! 

Por eso no puede haber una receta a priori sobre cómo gobernar a una comunidad. Gobernar a quien tiene claros los fines, no consiste en aclararle más y más los fines, sino en enseñarle a ser autónomo y creativo respecto a los medios, en alentarlo, en responsabilizarlo, en acompañarlo, en reconocerlo. Cosa contraria cuando se gobierna a quien es diestro en los medios, los procedimientos y las técnicas, pero no tiene idea de los fines, o bien, se opone a ellos; en esos casos la corrección y el golpe de timón son más que necesarios. 

Por eso es tan importante conocer, diagnosticar y llevar a la paz a una comunidad.

Porque sólo se gobierna bien aquella comunidad que se conoce bien, y sólo se conoce bien aquella comunidad que se ama bien. ¿Qué sucedería si alguien, por ignorancia, gobernase y tratase a gente buena como si fuera un grupo de maleantes, ¡o viceversa!? ¿Qué sucedería si alguien gobernase a sabios tratándolos como estúpidos, ¡o viceversa!? 

Porque gobernar implica el fino arte de diagnosticar en qué estado se encuentra la comunidad, cuáles son sus talentos y cuáles sus defectos, para apoyarse en los primeros en orden a solucionar los segundos. ¿Qué sucedería si al gobernar un partido político actual se aplican las mismas fórmulas que se aplicaron hace cincuenta años en la industria automotriz? ¿Se puede tener un formulario apriorístico de recetas eficacísimas para el buen gobierno sin haber diagnosticado si la comunidad que se gobierna ha crecido o decrecido en tal o cual aspecto?

Porque gobernar ciertamente supone muchas habilidades y competencias, pero dado el fin que propone santo Tomás, exige la competencia de construir unidad y paz. O, en palabras del amado papa Francisco: la artesanía del diálogo y del encuentro.

Es oportuno recordarnos que todos, en mayor o menor medida, somos autoridades y ejercemos el gobierno: en nuestro hogar, en algún grupo social, en nuestra aula, en algún equipo de trabajo, con un grupo de estudiantes o padres de familia, con colaboradores administrativos, con proveedores, etc. Más aún, Tales de Mileto solía decir: “gobiérnate bellamente a ti mismo”. O sea, todos gobernamos, para comenzar, nuestra propia vida: nuestras emociones, nuestras tendencias, nuestros sentidos, nuestra mente, nuestros deseos… Todos debemos tener presente que el fin de todo gobierno –comenzando por el de uno mismo– es procurar la unidad en la paz, como afirmaba sabiamente la sentencia de santo Tomás de Aquino. En toda forma de gobierno, hasta en el gobierno de instituciones educativas, ese fin se ha de tener en la mente y en el corazón.

¿Te conoces bien a ti mismo, has diagnosticado integralmente tus virtudes y defectos, te gobiernas a ti mismo bellamente, estás en paz contigo mismo? ¿Y haces esto con tu familia, tu grupo de clases, tu equipo de colaboradores, tu carrera o decanato? ¡Manos a la obra!