La Dama Galadriel, cuando recibe a la Comunidad del anillo en Lórien, dice estas severas palabras a Frodo, el portador del anillo: “tu misión marcha ahora por el filo de un cuchillo. Un solo paso en falso y fracasará, para ruina de todos. Sin embargo, hay esperanzas mientras todos los miembros de la Compañía continúen siendo fieles”.
Los tiempos difíciles (los que nos tocó vivir son más complicados de lo que imaginamos) suponen caminar sobre el filo de una navaja, con audacia, pero con prudencia, con astucia, pero sin malicia. Lo que señala Tolkien, en boca de Galadriel, es tan válido en los cuentos de hadas como en la vida real: hay esperanza mientras todos continuemos siendo fieles.
La esperanza no es ensoñación, tampoco fantasía, ilusión irreal o deseo de lo imposible. La esperanza no consiste en encogerse de hombros aguardando el milagro. La esperanza no es la cueva donde se han de resguardar los ingenuos optimistas mientras cae la tormenta. La esperanza surge y se conserva por la “fidelidad”. Pero, ¿fidelidad a qué, a quién? Galadriel da la clave al inicio: a la misión.
‘Misión’ proviene del verbo latino ‘mittere’, que significa ‘enviar’. La misión significa un envío, y todo envío presupone al que envía, al enviado y al propósito, aunque solemos identificar la ‘misión’ con el tercero de estos elementos. El enviado debe ser fiel al que envía y fiel también a la encomienda. ¿Quién nos envía? ¿Somos nosotros los enviados? ¿Cuál es el propósito por el que estamos aquí?
Comienza un nuevo ciclo en nuestra vida académica, nuevas generaciones de jóvenes entran a nuestras aulas y laboratorios, a nuestra biblioteca y cafetería, a la capilla y a las instalaciones deportivas. Jóvenes que deben ser protagonistas de su propia transformación personal, pues sólo así podrán transformar el mundo. En efecto, la misión de la Universidad es clara y desafiante: “Crear corrientes de pensamiento y formar líderes que transformen a la sociedad, en la búsqueda de la verdad, integrando, fe, ciencia y vida”. Creemos que la transformación de la sociedad es posible, no sólo eso, es necesaria y hasta urgente.
¿Nos podemos desviar de la misión? Por supuesto. Un profesor UPAEP no ha de ser una persona pagada de sí misma, satisfecha y orgullosa, merecedora de halagos. No, nadie ha de ser soberbio. La cerrazón y la falta de diálogo nos desvían del recto camino. También constituyen un paso en falso las complacencias con las pseudoculturas y las ideologías en boga. Caminar sobre el filo del cuchillo nos exigirá búsqueda apasionada por la verdad, tenacidad sesuda para comprender la realidad, esfuerzo, colaboración y amistad, diálogo y escucha, respeto, testimonio, liderazgo, valentía, sencillez… (Tolkien cuidó que estos atributos estuvieran justamente repartidos entre los miembros de la Comunidad del anillo).
Somos una comunidad. Los tiempos que nos tocan vivir nos recuerdan que caminamos por el filo de un cuchillo. Sin embargo, habrá lugar a la esperanza mientras todos los miembros seamos fieles a la misión.