UPAEP advierte sobre la necesidad de fortalecer monitoreo, prevención y políticas públicas.
México, por su ubicación geográfica en una zona de alta actividad tectónica y con una vasta línea costera expuesta al Pacífico, enfrenta retos mayúsculos en la evaluación y prevención del riesgo asociado a sismos y tsunamis. Así lo expresó Eduardo Ismael Hernández, profesor investigador de la Facultad de Ingeniería Civil de la UPAEP.
El académico destacó que, si bien el país cuenta con algunos sistemas de monitoreo y alerta, como el Servicio Sismológico Nacional (SSN) y el Servicio Mareográfico Nacional, aún hay importantes desafíos científicos, técnicos y de política pública para anticipar, comprender y mitigar los efectos de estos fenómenos naturales.
Ismael Hernández explicó que muchos de los sismos más intensos y generadores de tsunamis se originan en zonas de subducción, donde una placa tectónica oceánica se desliza por debajo de una placa continental. En el caso de México, la interacción entre la placa de Cocos y la placa Norteamericana es una fuente constante de sismos de gran magnitud.
“Estamos insertos dentro del llamado ‘Cinturón Circumpacífico’ o ‘Anillo de Fuego’, una de las regiones sísmicas más activas del planeta. Esta condición nos obliga a tomar con seriedad la posibilidad de que se presenten fenómenos concatenados, como un gran sismo que dé origen a un tsunami”, enfatizó el investigador.
Casos recientes, como el sismo de magnitud 8.8 ocurrido frente a las costas de Rusia, que activó una alerta para todos los países del Pacífico —incluido México-, demuestran la urgencia de contar con sistemas de vigilancia robustos y eficientes.
A diferencia de las olas comunes, los tsunamis son enormes columnas de agua generadas por eventos sísmicos submarinos que se desplazan a alta velocidad. “No es una ola que rompe en la playa, es una masa de agua con una energía cinética inmensa que puede causar destrucción masiva”, explicó Eduardo Ismael.
Recordó el tsunami de 1995 en Manzanillo, Colima, que generó olas de hasta cinco metros de altura, así como el devastador evento de 1787 en Oaxaca, donde un sismo de magnitud estimada entre 8.4 y 8.6 generó una ola que penetró kilómetros tierra adentro.
“El estado de Puebla, por su ubicación en el centro del país, no tiene riesgo de tsunami, pero sí enfrenta una amenaza sísmica constante”, recalcó. Recordó el reciente sismo del 2 de agosto de 2025 (magnitud 5.9), que aunque fue de intensidad moderada, se percibió en varias zonas urbanas y revivió el temor de eventos mayores como los de 1999 y 2017.
Uno de los principales desafíos, indicó, es la falta de inversión sostenida en estaciones de registro sísmico, que permiten conocer el comportamiento del suelo en distintas zonas habitadas y alimentar los modelos de diseño estructural.
“No todos los municipios del país cuentan con mapas de microzonificación sísmica. Sin esa información, las normas de construcción no se ajustan a la realidad de cada suelo. Y eso pone vidas en riesgo”, puntualizó.
Además, el especialista criticó el enfoque reactivo de muchas políticas públicas. “El ciclo que vemos es: ocurre un desastre, se gasta en atender la emergencia y se olvida la prevención. Eso no es sostenible”.
Ismael Hernández advirtió sobre la vulnerabilidad de construcciones existentes como hospitales, escuelas o estadios deportivos que podrían ser utilizados como albergues en una emergencia. Si no se han rehabilitado ni evaluado con criterios modernos, representan un riesgo latente.
Particularmente preocupante, señaló, es el Centro Histórico de Puebla, donde persisten casonas con muros de adobe o mampostería simple, muchas de ellas abandonadas o reducidas a fachadas. “Son estructuras que no resistirían un sismo fuerte. Hay que intervenirlas, pero con técnicas adecuadas que armonicen los criterios patrimoniales del INAH y los criterios de seguridad estructural”.
En Puebla, explicó, existen zonas donde el tipo de suelo —como las arcillas lacustres— amplifica la intensidad de los sismos. “Las zonas cercanas a antiguos cuerpos de agua o cauces de río son las más vulnerables. Y esto debe actualizarse periódicamente con estudios modernos”.
Recordó que en 2013 se elaboró un atlas de riesgo estatal, pero muchos de sus datos ya están desactualizados. “Necesitamos que esta información se renueve cada cierto tiempo, con apoyo técnico y voluntad política.
El académico también señaló que gran parte de la ciudadanía desconoce los riesgos a los que está expuesta. “Falta generar un puente entre el conocimiento técnico y la gente. Si la sociedad sabe ante qué peligros vive, tomará mejores decisiones. Pero si no se comunica de forma clara, seguiremos improvisando”.
Desde la academia, Ismael Hernández subrayó el compromiso de la UPAEP para formar especialistas a través de su Maestría en Ingeniería de Riesgos de las Construcciones. “Ahí buscamos integrar conocimientos de ingeniería civil, arquitectura y urbanismo con un enfoque preventivo. Necesitamos profesionistas que no solo construyan, sino que entiendan y gestionen el riesgo”.
Dijo, “la prevención no es un lujo. Es una necesidad urgente. Si seguimos esperando a que ocurran desastres para entonces actuar, vamos a seguir lamentando pérdidas evitables”.
Los fenómenos naturales no avisan. Pero los daños y muertes que provocan sí se pueden evitar si actuamos con conocimiento, inversión, voluntad política y colaboración entre sociedad, gobierno y academia, resaltó el académico, reiteró el académico.